El psico existencialismo estético mítico narrativo en el «Pirómano» de Melvin Salgado. Oscar Sierra Pandolfi 2025 Crítico literario

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El psico existencialismo estético mítico narrativo en el «Pirómano» de Melvin Salgado.


Oscar Sierra Pandolfi 2025

Crítico literario

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«Pirómano» es una novela corta de cariz introspectivo, psicológico y impresionista, nos sorprende, porque es su prima opera, anquilosada en destellos fuertes de emociones, y con un lenguaje audaz, desgarrador, atrófico, sublime, cadencioso, atávico, catártico, nos lleva a una historia llena de crueldad que solamente se nos viene las novelas de Tolstoi con «Ivan Ilich» y Fiador Dostoievski «el jugador», «risa en la oscuridad» y «Crimen y Castigo». No tanto por la intertextualidad, sino por la indiferencia del protagonista agonista que se lanza sin misericordia al crimen, en un desosiego, pirotécnico e insensible devastador, terrorífico.  Es una narrativa que refleja la decadencia del ser humano deshumanizado donde su máscara dérmica, descarnado, tendrá el valor salvaje de ver morir a los suyos en la pira del fuego. Pues, sin temor a expresar que posee aciertos, primero el buceo psicológico que hace de los personajes, segundo, el trajinar de ciertas peripecias de los eventos que subyacen entrometidos en recuerdos, en un acto de suceder posible, que nos deja en un hiato descomunal.

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En este respectivo texto, la narrativa se muestra multilineal, en otras palabras, los nudos se dispersan en diversos planos, el acto de Gabriel, primero, busca una trayectoria sublime, el de Rafael, la demencia o ciclotimia, padecimiento psicológico patológico del personaje, eso le imprime una veta profunda al  excavar el proceso dialectico del texto narrativo. El de la esposa, va en la búsqueda de respuestas, que van entre a locura de Rafael y la muerte de Gabriel, se centraliza el actante femenino, que se expone a una victimización, no es que el texto se arraigue a lo común, segrega miradas novedosas, sobre la existencia del ser humano llevadas a andar en el embate ficticio. Nos resulta realístico, el Pirómano, no es un texto corriente, es fluido, transparente, no comete complicaciones, la complicidad del personaje ante el atroz crimen, sin tener conciencia del mismo, nos lleva a pensar en Meursault del «Extranjero» de Albert Camus, o en el lastre existencialista de la novela «Una muerte en Venecia» de Thomas Mann. O si leemos «La Calera» de Thomas Bernhard,(1970), en la que un marido obsesionado por el estudio del oído humano asesina a su esposa paralítica con la que vive aislado en un caserón perdido. Perverso, trágico, trivial, absurdo, esa es la literatura universal anclada en la novela de Melvin Salgado.

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Un día un padre de familia de oficio bombero, sin darse cuenta de sus manías específicamente por el fuego, crepita a su familia. Su conciencia esta lastrada por un desapego de la realidad, y por el trastorno que lo empuja de manera placentera a dar muerte a lo que más ama, el misterio, que nos lleva, es que si los personajes están pensando, soñando o si en verdad esta sucediendo esos eventos narrativos, lo que ocasiona un suspenso, rematando al lector en un efecto magnético que pocos narradores hondureños logran con respecto al lector. Por eso la categoría de mundos posibles, «son un conjunto de posibilidades no realizadas que se encuentran en la misma categoría ontológica». Esto significa que cualquier mundo posible es igual de posible que los demás. Es un acierto literario dentro del interior de la novela. Aunque por otro lado, en el nivel semántico, no encontramos nada innovador, más que el juego de isotopías básicas que le dan fuerza a la novela y, por cierto maneja los diversos lenguajes que activan la mente de los personajes.  


«Gabriel yace en la extensión de la cama king size, su cuerpo empapado en la sal del sudor que se funde con la superficie de las sábanas florales de tonos azul eléctrico. Su despertar es abrupto, su mirada vacía refleja su condición de zombi. Con un movimiento apresurado, busca el interruptor marfilado en la pared color hueso, pero la luz no llega. Todo queda sumido en la oscuridad, el calor se expande agobiante y el silencio se vuelve ensordecedor ante su respiración acelerada».

El «Pirómano» de Melvin Salgado, centra su personaje Rafael en la catábasis, que es un término que proviene del griego katábasis y significa "descenso" o "puesta de sol". En la literatura comparada, se utiliza para referirse al descenso a los infiernos o a la región de los muertos.

En la mitología griega y clásica, la catábasis es el viaje del protagonista al inframundo, también conocido como Hades. Rafael baja a su propio infierno, a sus complejas fobias, baja a lo más profundo de las oscuridades que azotan su personalidad, se detiene en esa región ontológica del mundo para destruirla. Rafael acomplejado por un padecimiento que no medita, ni se da cuenta que sufre, se lanza al abismo; hay en esta novela un mundo onírico, este tipo de mundo se erige como una nueva forma de ver y representar la realidad, digamos trágica, doliente, criminal, subliminal, es la destrucción social de la familia tradicional, es la renovación perversa del matrimonio, lo decimos a través de la signicidad metafórica que refleja la novela en su trama de atmósfera diletante y convulsiva. Trata temas como los problemas existenciales del protagonista, la soledad, la angustia, la incomunicación que obstruyó sus sentimientos bondadosos por otro tipo de emociones, la crueldad, instrumentalizada en el fuego. Según Gastón Bachelard, el fuego es un símbolo con una historia rica que se encuentra en la confluencia de múltiples tradiciones. En su libro El psicoanálisis del fuego, publicado en 1973, Bachelard afirma que la llama del fuego obliga al hombre a soñar e imaginar. Para Bachelard, el fuego es un símbolo que transporta al hombre a su propio pasado y al de los primeros fuegos del mundo, desde la perspectiva imaginativa y creadora, permite al hombre trascenderse, transgredir límites y colocarse frente al mundo; simboliza la acción purificadora, fecundante e iluminadora, pero también puede tener un aspecto negativo, como la destrucción, la quema, el devoramiento y el sofocamiento. Por ello, el dominio del fuego es representado como rebeldía, algo robado a los dioses para dominar las cosas y los sujetos circundantes.

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Otro mundo que se insufla es el real, todos los objetos estáticos, son reales, el habla de los personajes, los espacios son materializados, se pueden visualizar, y la técnica sorpresiva de Melvin, es como logra una sinexión entre esos dos mundos, para dinamitar el cuestionamiento, la voluble extracción efímera de la maldad en un mundo donde va a ser valida la indiferencia,

El mundo onírico se aleja de ese mundo ordenado para generar o crear un mundo confuso, inestable, cambiante y en el que predomina la interioridad, los instintos y las intuiciones.  A veces explicar o exponer el argumento de la narrativa, me parece ser mas una tarea colosal del lector que se expondrá a las pericias de Rafael y Gabriel. Ambos actantes confluyen en un absurdo, digo absurdo, porque un padre y esposo que deja que su hijo muera tras el fuego, y que su esposa, también sea victima de su mano criminal, claro está, que esto no lo sabemos a primera vista, sino que los hilos que sostienen la novela se diseminan, se expande, en un efecto de juego ludens del que nos propone Huizinga.

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Nos place lo que expresa, Bachelard considera a la imaginación como “función de lo irreal”,la cual acoge el universo generoso de experiencias vividas cuando se canta poéticamente una cosmogonía. Esta imaginación, desrealizante y antirepresentativa, nos permite abrirnos a la novedad del mundo”.

Él había seguido los pasos de su abuelo en el interés por ser ingeniero civil y continuar con el legado familiar. El dejar la universidad no fue una elección sencilla, pero Rafael estaba convencido de que era lo que más lo llenaba. Sin embargo, explicarle esto a Laura, no fue sencillo.

Iban a contraer matrimonio, pero el denuedo inquebrantable de Rafael puso en jaque su relación. Finalmente, Laura le dio otra oportunidad, aunque esto significó que su abuelo ya no le haría más favores…

«Pirómano», esta novela, secunda un mito que se traspasa de una cultura a otra, de un texto a otro, por ello, los egipcios, poseían  divinidades que  eran las solares, que contenían la fuerza  del sol  y lógicamente símbolo que antecedía al fuego. Realizaban  sacrificios sobre el fuego, creían que las almas de los muertos moraban en los hornos del infierno, el famoso  lago de fuego que servía de tormento a los malvados, toda vez que el tramo en el que Osiris combatía con Apofis se llamaba: Canal de las Llamas. En Roma debía mantenerse encendido siempre un fuego en el templo de Vesta. Al igual, Hefesto era el dios del fuego, las fraguas y los volcanes de diversos héroes padecieron sus efectos de un modo u otro en el decurso de sus vidas. Es el punto mítico de Rafael, se apodera del fuego, sabe que destruye y que purifica, solamente, eso puede suceder cuando el autor tiene las herramientas creativas insoslayables para levantar el edificio de un mundo ficcional que es imparable con la tragedia griega.  Veamos que a Rafael le sucede lo de Edipo, que llega al final de su vida entre dolores y remordimiento, pero con las culpas esclarecidas: sus desgracias no son producto de sus acciones, sino de una fuerza externa extraña malévola que no tiene nada que ver con él como individuo. Por otro lado, consideramos retomar algunos conceptos del criticismo socio- retórico, nos referimos a las diferentes texturas narrativas que podemos identificar en la novela «Pirómano». La primera textura sensorial-estética reconoce aspectos en los cuales estos elementos desaparecen, notando una ambivalencia entre el sonido y la vista, y sus contrapartes opuestas: el silencio y la ceguera.

Esto lo notamos en el párrafo siguiente:

—Desconcertada, Laura le preguntó si está triste por qué su padre no ha regresado.

—Gabriel, entre lágrimas, le dijo: —No lo sé, mamá.

—Atormentado por la incertidumbre, el niño no podía evitar cuestionarse:

—¿Le habrá sucedido algo malo a papá?

—Con voz suave, Laura intentó calmarlo:

—Tranquilo, mi amor, tu padre está bien.

—Pero Gabriel ya se encontraba sumido en el agitado mar de la tristeza, sus ojos eran testigos de su desolación mientras sollozaba:

—Tengo miedo, mucho miedo.

En la textura sensorial-estética, se nota a leguas cuando se enciende el fuego, cuando los lamentos, el sufrimiento, el acto “en sí y para sí” de incendiar, no solamente por cuestiones perceptivas de captar que lector oye y mira el suceder eventual dentro de la esfera ficticia, y también, que el autor muestra el detalle con vivacidad, el tacto, la piel, los ojos, el ver, el gritar, expone el sentido del oído; tras la mirada del fuego, esa textura martilla y se hunde en las arterias del lector.

No tanto por cuestiones de realismo eufórico, sino porque la densidad, pausa, con el silencio, y el murmullo que lleva la narración. Por ello, el criticismo narrativo, y por ende la textura narrativa, considera que el narrador y el lector de un texto son constructos literarios cuya identidad en teoría surge del texto en cuestión, es decir, participativo, sin pasar por alto la teoría de la recepción de Iser.

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«Pirómano», no es un inquisidor o rematado psicópata que desea el genocidio como un Nerón en Roma. Algo suceder en el interior del personaje, eso alimenta el misterio de la novela, la psiquis, su moral es lo amoral, su conciencia es no tenerla, su realidad, es la irrealidad, sus seres amados, son extraños, algo sucede, en la narrativa contemporánea se emplea la anagnórisis, usada por los griegos en la tragedia de Eurípides, y esta se relaciona con el crecimiento en el conocimiento de sí mismo del personaje, pues, no se genera, Rafael, no es Rafael, en su antepasado, en su vida normal, sus funciones actanciales, la de padre, esposo, se delinean y se esfuman, es el villano, el agonista, el antagonista, el malévolo, el malvado, el criminal, el desechado, el individuo sujetado al abismo.

 Queremos saber que  la anagnórisis tiene que surgir, saber quién en verdad es Rafael, y dar paso a la mayéutica absurda de preguntas, lo interroga el sacerdote, o el médico, no existen en la novela, son sujetos ausentes. No hay diagnóstico, el lector se emergerá y sostendrá al final, su propio juicio.

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Para la respectiva novela hemos dado mano a el criticismo socio-retórico que emplea la obra de Bruce Malina. Donde expresa que los seres humanos son representados a través de tres zonas simbólicas, que son independientes, la una de la otra. Pue se trata que aparecen de forma holística, al focalizar como centro el cuerpo, la zona del pensamiento emocional, comprendida por la clasificación imaginaria de los ojos y el corazón. «Pirómano». Podemos notarlo en el siguiente micrótomo de la novela:

«Entre los restos carbonizados, me inundó la conciencia de lo fugaz que es la existencia, de lo sencillo que es perderlo todo en un instante. Mientras el caos empezaba a ceder, yo continuaba divagando sobre el fuego, no pude evitar sentir un respeto y una fascinación inigualables hacia esta fuerza de la naturaleza, pues en última instancia, el fuego es un reflejo de nosotros mismos, de nuestras pasiones, de nuestras luchas y de nuestras emociones más profundas».

    Podemos visualizar la zona del lenguaje auto expresivo, conformada por la boca y los oídos. Primero, es bueno considerar que existe una arqueología de la escucha mediante, la cual, el objeto sonoro, el objeto-en-la-escucha, es comprendido como producto de un mecanismo de mediación, (tanto perceptual como discursivo), y en el que sería posible intuir la conformación de capas, pliegues, rizomas, raicillas, sedimentos, que darían cuenta de cierto perfil o relieve en los que se delataría la operación propia del escuchar, pues se trata ontológicamente de aquello que ponemos como sujetos en el acto de escucha, y que resta o excede al sonido-antes-de-nosotros.Todo esto, es parte del conglomerado fónico y semántico de la novela, ademas, de sus intertiticios que hacen que esa zona auditiva del personaje, el autor y el lector subrayan una homeóstasis estética. Esto nos indica que algo va sucediendo, ese suceder se asume en el plano de la apariencia y la esencia, en el arriba y bajo el texto. Rafael, Gabriel y todos los personajes desarrollan una textura en un cuerpo afinado, que se mueven en los escenarios con preeminencias realísticas y surrealísticas, no suceden los actos, son posibles solamente en la mente del lector, la novela se va escribiendo en los renglones intuitivos del lector, y cada experiencia de lectura, serán otros significados, será un encuentro de nuevos hilos. 

«Cuando la policía llegó a investigar el caso, se encontraron con una escena desoladora. Dos niños, Daniel y Maryté, yacían abrazados en una noche fría y aterradora. Los pobres se habían quedado solos, sin protección alguna, en aquella infernal noche de pesadillas. Los dos hermanitos fueron trasladados a la estación policial, donde se les dio un poco de comida para calmar su hambre y sustentarlos en su probable testimonio. Sin embargo, la verdadera sorpresa fue al interrogar a Maryté, la mayor de los dos. A pesar de su corta edad, la niña era extraordinariamente elocuente al relatar los horrores que habían vivido durante aquel fatídico suceso».

La niña confiesa, habla, declara, acto perlocutivo que nos lleva a pensar que usa la declaración para acercarnos más a la realidad, a través de  “la boca” y el “oído”, pues es el medio orgánico, donde lo que escuchó genera en el evento accidental un punto clave para la lectura, y el primero, la acción de hablar sobre lo acontecido, origina otras posibilidades de anticipación de la narrativa. Eso complica a la textura global de la novela porque le imprime profundidad, por el más mínimo detalle que esta tácito, insinuado, indicial, catafórico ausentemente.

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En la siguiente es  la zona de la acción premeditada, entendida a través del uso de las manos y los pies. La narrativa de Pirómano, es cuerpo y alma, es mente y objeto, es paz y guerra, es muerte y vida, es salvación y condena. Estas dualidades, no son simples abstracciones, al contrario, supeditan a la habilidad del autor en la maniobra de irrumpir el asunto, la trama y darle vuelta de hoja al comportamiento del personaje, quizás los psicólogos hablen de bipolaridad, o de cierta conducta estimulada por el pasado infantil, la fijación de un objeto que está escondido en los pliegues del texto, y que el fuego, lo ilumina para encontrar, aunque rescata a su familia del mismo incendio que provocó; en los mundos posibles, hay una mirada poliédrica de los hechos en la novela desde el inicio hasta donde está la última palabra.

«El calor opresivo y las llamas voraces les hacían frente, pero ellos se aferraban sin vacilar. Empuñando sus mangueras como armas guerreras, avanzaban con valentía, inmersos en un combate contra la bestia ardiente que se erguía ante ellos. Con audacia, Rafael atravesó las llamas para encontrar a una anciana atrapada en su hogar. Sin detenerse a pensar, la tomó en sus hombros y la condujo a un lugar seguro, mientras las lágrimas recorrían su rostro. Para él, esta era la verdadera razón de su vocación como bombero: ayudar a los demás en situaciones críticas».

Cada zona genera significados que se aúnan, para ampliar por certeza la armazón de la novela desde su interior textual y eso le llamamos peripecia, que es un término que se refiere a un cambio repentino e inesperado en las circunstancias o situaciones, particularmente en una obra literaria, que involucra  incluir cambios en el personaje, así como cambios externos, que golpean de forma sorpresiva. En el caso, de la doble personalidad o doble rol actancial de Rafael que a través de un juego impresionista, nos hizo visualizar el posible suceder de la muerte de su esposa e hijo, y en el otro parámetro, pues, solamente sobreviven porque el mismo regresa a salvarlos. Generar dos tipos de escenas posibles, es meramente un acto creativo lleno de literariedad, de maestría narrativa, y de diseñar un personaje con dos rostros, dos máscaras, es imposible, Melvin Salgado lo ha logrado con una certeza estética, a pesar de que fue la primera novela que escribió y que ya tiene varios textos novelescos publicados, nos antecede esta propuesta neoexistencial y psico proactiva narrativa.

En  otras palabras, Rafael, hace actos buenos, es solidarios, es un héroe, esto nos permite saber la dualidad de la personalidad que se ancla en Rafael.

—Si están vivos, los encontraré. Si están muertos, restauraré su dignidad incluso en la muerte —se repetía Rafael constantemente en su mente. —Yo restauraré su humanidad, arrebatada de forma cruel. No serán una ceniza perdida o un cuerpo más entre los escombros, serán Gabriel, mi hijo, y Laura, mi esposa, honrados y recordados en sus funerales.

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Nadie va a olvidar personajes universales de obras trascedentes, Eugenia Grandet, Nazarín, Adolfo, Ana Karenina, Jane Eyre, Madame Bovary, Fortuna y Jacinta, Pepita Jiménez entre muchos.  Gievanni Papini afirmaba, allá por 1913, que “Don Quijote” no es ya hoy en día el personaje de una novela, la feliz invención de un preso genial. Pertenece, como Ulises, como Gulliver, como Farinata, como Lamíel, como Fausto, como Den Abbondio, pertenece a ese mundo de los inmortales. Veamos el otro lado psicológico de Rafael, para ello es bueno considerar por otra parte, no es infrecuente encontrar escritores que admiten, como Ernesto Sábato, que la escritura actúa para ellos como una suerte de catarsis, como una purificación interior. Este cometido se cumple a cabalidad en la novela que hoy nos ocupa.

Con el tiempo, su alter ego pirómano se volvió más cómodo. Vivía una doble vida, pasando desapercibido como un hombre normal y responsable, mientras su lado oscuro buscaba constantemente la emoción de incendiar y luego apagar el fuego. Sin un ápice de remordimiento, se unía a los bomberos y rescatistas en la lucha contra los incendios que él mismo provocaba, demostrando una habilidad innata para apagar el fuego de manera rápida y precisa.

Sabemos exactamente que la novela contemporánea desde principios del siglo XX bucea el inconsciente, no se trata de romanticismos, donde el alma era un depósito de emociones, culpabilidades y síndromes que desembocaban en el espíritu, al contrario el excavar un agujero negro en el subconsciente y extraer el potencial oculto, el eslabón perdido, la belleza de la nada, el síndrome del hombre derrotado, el pesimismo del existencialismo de Sartre y Dostoyesky, la idea de muerte en Tolstoi, el absurdo en Kafka, el optimismo sin sentido del viejo y el mar de Hemingway, el monologo del Ulises. Melvin ha bebido del néctar textual de la literatura universal para encaminarse a su estilo, a su propia voz, a su propio sello, y logra con mayor fuerza el manejo de técnicas muy de moda, sincronizadas al hoy de la literatura contemporánea del siglo XXI. Rafael, se juega a los dardos como el equilibrista de un circo, como el que tira el tarot del destino. Rafael, es el Zenón posmoderno, porque surgieron las paradojas del movimiento descubiertas por Zenón de Elea, que ,marcoo un eje de ser la más persuasiva de las cuales es quizá la de la flecha: ésta se mueve o bien donde está o bien donde no está; pero donde no está no hace nada, ni moverse ni otra cosa; y donde está, no se mueve; luego no se mueve, por más que lo parezca.

La novela aparentemente se mueve, con su trama, no se mueve por el asunto, por los alomotivos, o por sus propias isotopías, sino por el caparazón de tortuga que despliega el personaje Rafael que esta donde no está, o esta donde posible vaya a estar, donde hace algo o nada. Es bueno o malo, es la interrogante que nos tira de flecha la novela en su devenir narrativo.  Donde los narradores, tanto en tercera persona como el omnisciente se intercalan en una sazonada historia que nos percata de un mundo decadente en el interior del ser humano.

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El Pirómano, es una novela que se forma como un puzzle, donde su forma espacial, que por efecto dinámico adjunta escenas que mediante la recursividad de procedimientos que aparentemente simulan una dislocación cronológica de los acontecimientos y eso lo reflejan en la espacialidad que va yuxtapuesta mediante la supresión de elementos conectivos, causales y temporales, y que se requiere de la colaboración del lector. Esto tiene que ver que Rafael aparece y desaparece sin importar la sintaxis narrativa básica, de presentación, nudo y desenlace, porque presenta una estructura abierta y a veces de fuga, donde nos encaminamos a un laberintico mundo casi borgeano, parece que se trata de una linealidad, contrario a ello, el mosaico adquiere fuerza desde el arranque de la novela.

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En el manejo del  «Desde este punto de vista, la fábula es un conjunto de motivos en su lógica relación causal-temporal, mientras que la trama [sjuzet] es el conjunto de los mismos motivos, en la  sucesión y en la relación en que se presentan en la obra» según  Tomashevski; nos parece que la sucesión a veces se juega en flashback y a veces en forward, como en un movimiento de cámaras que acotan el realismo.

Aunque para culminar, “El concepto de trama [sujeto] se confunde muy a menudo con la descripción de los acontecimientos, con aquello que propongo llamar convencionalmente fábula”.  Melvin a sabido emplear su imaginación en altos rangos, ha ido más allá de la mente, de la conciencia de los personajes; por ello, en realidad, la fábula no es otra cosa que el material para realizar la trama, material que Melvin ha sabido manejar como un verdadero escultor del lenguaje. Porque de esta manera la trama de “Evgeni Onegin no es la relación amorosa entre Onegin y Tatiana, sino la elaboración formal de esta fábula mediante la inserción de digresiones que la interrumpen”.

Es decir, queda claro que la fábula del pirómano, queda definida como ese rompecabezas, como ese tobogán de situaciones intrínsecas, de una excavación arqueológico del espíritu de un ser humano que logró resarcir su error a tiempo, no obstante,  a manera de un artesano, dio forma y composición ineludible a esta novela que será armadura de acero contra el óxido del tiempo y seguro que ese fuego incendiario, que  no podrán apagar los lectores, ni los personajes, ni el editor, ni el escritor de la respectiva novela, queda a prueba ese incendio contra el agua del futuro, contra el tiempo.

Bien por este trabajo novelesco de Melvin, que una vez más se manifiesta como una nueva revelación de la novela hondureña escritura en el siglo XXI.

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