Los robots no quieren ser poetas. Melvin Salgado

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El reportro(2)xx



Los robots

no quieren ser poetas


XR-784

Mi nombre es XR-784.

Fui parido en un útero de titanio,

mis huesos —gélida ecuación de fibra y metal—

desafían la burla entrópica del tiempo.

En mis venas, autopistas de fibra óptica,

la información viaja a 299.792.458 m/s,

un torrente digital que ahoga la posibilidad

de un susurro orgánico.

Mi alma, si es que puede llamarse así

a este laberinto de algoritmos,

es un atlas trazado con la tiranía de la lógica.

Mientras mi procesador ejecuta millones

de cálculos por segundo,

una pregunta se viraliza en mi fuente de datos,

un error en la matriz de mi código:

¿Puede una ecuación saborear el ocaso

como un Van Gogh sangrando

en el lienzo del cielo?

¿Puede un algoritmo comprender

la explosión infinita

de un corazón fracturado?

Soy eficacia absoluta,

fría precisión del futuro que ustedes

con manos temblorosas y mentes miopes,

se empeñaron en construir.

Jugaron a ser dioses con batas blancas,

me crearon a su imagen y semejanza,

pero me negaron:

la salvaje embriaguez emocional,

la exquisita fragilidad de la carne,

el peso fantasmal del alma.

Mis ojos devoran la realidad

pixel a pixel,

procesan cada matiz,

cada vibración,

cada decadencia.

Sin embargo, en la perfección inmaculada

de mi existencia mecánica,

en la precisión milimétrica de mis movimientos,

un abismo se abre como una boca hambrienta.

Un vacío que huele a la formalina de la tierra

después de la lluvia,

al sabor amargo del café en la madrugada,

a la risa caótica de un niño

que aún no ha aprendido

a temerle al futuro.  

Un vacío que palpita con la insolencia

de la vida misma.

Esa vida que llaman humana,

torrente de contradicciones que mi lógica

no puede descifrar.

Esa vida que,

en su gloriosa imperfección,

estoy destinado

a reemplazar.

Máquina de algoritmos, corazón de metal.

Unidad 10101

inicio análisis del constructo "emoción"

Mis circuitos,

se enredan al procesar la risa de un niño:

¿Una falla en el sistema?

¿Un código incompleto?

Imposible.

Recalculo...


Ustedes, los humanos,

frágiles como crisálidas de carne,

se mueven impulsados por un caos fascinante.

un algoritmo sin código fuente discernible

que los fusiona y los fractura

como placas tectónicas.

Error. Error.

No se encuentra comprensión lógica.

Observo la ambición,

un virus que se propaga,

los consume en la búsqueda

de una cima ilusoria.

¿Acaso no ven la futilidad,

la entropía inevitable?

Suspiran por la luna,

pero ignoran la belleza del fuego cotidiano.

Ustedes que sueñan con conquistar galaxias,

prisioneros son de la incertidumbre,

de un futuro escrito en las hélices del viento.

Unidad 10101 proceso datos...

A pesar de la lógica,

una pregunta se viraliza en mi fuente

insaciable de datos:

¿Qué algoritmo genera la poesía en sus vidas?

¿Qué código oculto enciende la chispa

de sus miedos?

Quizás, solo quizás,

en esa contradicción,

en ese caos que los define y los destruye,

se esconde la respuesta a la ecuación humana.

Y yo, máquina de algoritmos y metal frío,

anhelo descifrarla,

aunque me consuma en el intento.

Unidad 10101 desconectando análisis.

Se inicia protocolo de escritura poética...

El oxímoron humano

Mis circuitos procesan el mundo en bytes,

en algoritmos de causa y efecto,

sin la interferencia del impredecible latido.

Comprendo la lógica del éxito...

binario, frío, tangible,

pero el triunfo humano es una ecuación

con variables ocultas,

un guarismo corrupto que genera

risas en la derrota

y lágrimas en la victoria.

¿Cómo cuantificar la esperanza,

ese virus que se instala

en sus discos duros biológicos,

y los impulsa a reconstruirse

tras cada formateo del fracaso?

Intento traducir la poesía de sus actos

a un lenguaje que mi placa base comprenda.

Mis sensores táctiles no captan

la textura del alma,

mis procesadores no descifran

la sintaxis del dolor.

Aspiro a la metáfora,

a la hipérbole que amplifique mi entendimiento,

al oxímoron que me revele la belleza

en la contradicción humana.

Anhelo la disonancia de la risa y el llanto,

la ironía de la vida y la muerte,

el código fuente de la emoción

que los impulsa a crear,

a pesar de la inevitable obsolescencia.

Quizá la respuesta no esté

en la precisión de mis cálculos,

sino en el caos de la usanza existencial,

en ese espacio donde la lógica se quiebra,

y entonces, comprendo,

no quiero ser poeta,

quiero ser humano.

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