El calco o copismo de “el pez” de Rony Bonilla sobre El viejo y el mar de Ernest Hemingway.

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DEL LIBRO PLAGIASIS DE OSCAR SIERRA PANDOLFI (2021) CRITICA LITERARIA.


El calco o copismo de “el pez” de Rony Bonilla sobre El viejo y el mar de Ernest Hemingway.

En la actualidad de la literatura hondureña están padeciendo del síndrome del copismo o plagisis en donde supuestas obras narrativas contienen aciertos estéticos novedosos. En el caso que nos ocupa “El Pez” de Rony Bonilla. Dicho cuento pertenece al libro “Atta” que sorprende por sus componentes literarios que se expanden de forma puntual en toda la globalidad de la obra.

 La primera por la técnica poliédrica: que consiste en tratar varias historias particulares en el mismo cuento. Para originar un remate vertiginoso al final de la historia. Su logro diegético, sin entrecruces de detallismos.Ni estampismo, ni de relatos folklóricos. Se trata de cuentos con un tratamiento preciso del lenguaje. El segundo componente, es el viso existencialista. Explora a cabalidad el inconsciente, y el subconsciente del alma humana: la deshumanización.

La indiferencia social es llevada con un tono estético. Con  una secuencia narrativa que logra atrapar al lector. Un vuelco repentino. Un viraje hacia la realidad que rodea el país en todas sus dimensiones. Como lo expresa Lucien Goldman(2001): “La Literatura es el espejo de la realidad” al igual que Lukács (1979) “La literatura que no tenga compromiso con la realidad no tiene acierto estético”. Esa ahí donde se desprende su homología; hablamos de una especie de pragmática. 

La búsqueda indescifrable del sufrimiento humano: la crítica al purgatorio político; lo visceral de la existencia humana; el tratamiento realístico existencial. No obstante, de manera contraria que a pesar de sus logros estéticos en otros cuentos encontramos dos casos de plagio. El primer es el relato de “el pez” y “la ventana” de Rony Bonilla. Por eso el género cuento de principios del siglo XX: abandonó las formas tradicionales de narrar. Eso se muestra en narradores como James Joyce, Frank Kafka, Ernest Hemingway entre otros narradores del siglo XX. En el presente relato: “el pez” de Rony Bonilla, encuentro una variedad de juegos: la realidad tratada con firmeza desde una diversidad de ángulos como la inclusión de personajes con carácter humano como es Atta.

Caracterizados de forma literaria, con una profunda exploración fenomenológica. Lo otro, es el espacio tempo-espacial y, el juego lingüístico-literario. Es así que esta triada, se combina de forma acertada con una multiplicidad de pactos narrativos de los que nos expresa Searle, donde los actos de habla predominan en el narrador en primera persona, y  narradores en segunda y tercera persona.

La manera en que va deshilando las secuencias encadenadas de los acontecimientos onírico- realísticos.Esa gravitación estilística de cosmovisiones precisas: Lo que también existe un cuarto componente que puede desmeritar los argumentos antes señalados. Se trata de la vinculación de plagio del cuento: “el pez” con la obra narrativa novelesca del escritor norteamericano Ernest Hemingway: “el Viejo y el mar”.

Para ello se seguirá definiendo el concepto de Plagio la RAE define: “Del lat. tardío plagium acción de robar esclavos, acción de comprar o vender como esclavos a personas libres', y este del gr. πλάγιος plagios oblicuo [trapacero, engañoso. (RAE, 2015).

Este cuento “El pez” difiere de la extracción implícita de recursos literarios de la novela de Ernest Hemingway. Una especie de matiz que van transmutándose y transformando el texto narrativo en otro efecto: hacia componentes que definen concretamente el plagio alegórico. Es este sentido, me refiero a rasgos marcados. De alguna forma el contexto en que se mueven los personajes: es la cotidianeidad definida por signos del absurdo en el cuento por ejemplo el cuento el “Pez”.

El argumento lleva la misma partitura rítmica: Sebastián Méndez decide ir de pesca su lucha contra el pez, al igual que “Santiago”.

El anciano se afronta al pez. Ambas narraciones se mueven en el mismo punto dramático. De la misma manera, el despliegue lingüístico que extrae a gran magnitud del escritor norteamericano, con el recurso de ciertas alusiones o de un tratamiento literario, que le imprime la problemática de la miseria humana.

Desde dimensiones sociales, culturales y políticas. En este cuento se  demuestra una dosis precisa de plagio, sin obviar el grado de crueldad en la que se emerge la historia interna del cuento, que está muy asimilada al personaje principal de la novela: “El Viejo y el mar” Santiago. De tendencia psico-existencialista. Por lo tanto, explicado lo anterior: los personajes de “El pez” sufren un proceso de tormento y tortura psicológica. Al final el autor logra maniobrar el final del relato con un efecto sorpresivo. 

Se le considera un acierto estético. Aunque se le resta méritos por poseer una intencionalidad plagiaria de matiz metafórica y narrativa. Podría llamarse: “Simulación o simulacro literario”. Repito, la cotidianidad emergida en la seducción y la fragmentariedad, según el filósofo francés Jean Braudrilliard que expresa: “El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”. No resultan tranquilizadoras en ningún sentido. Así mismo  la cuentística de Rony Bonilla al sumergirse de plano en la narrativa extranjera: nadie puede negar que se debe tener influencia o interinfluencia. Consecuentemente, el tratamiento que se visualiza desde la perspectiva de la crítica literaria que se trata de un plagio alegórico; véase los siguientes rasgos:

Estaba rígido y adolorido y sus heridas y todas las partes castigadas de su cuerpo le dolían con el frío de la noche. «Ojalá no tenga que volver a pelear —pensó—. Ojalá, ojalá que no tenga que volver a pelear.»Pero hacia medianoche tuvo que pelear y esta vez sabía que la lucha era inútil. Los tiburones vinieron en manadas y sólo podía ver las líneas que trazaban sus aletas en el agua y su fosforescencia al arrojarse contra el pez. Les dio con el palo en las cabezas y sintió el chasquido de sus mandíbulas y el temblor del bote cada vez que debajo agarraban su presa. Golpeó desesperadamente contra lo que sólo podía sentir y oír, sintió que algo agarraba la porra y se la arrebataba. (Hemingway, E, 1958).

El párrafo anterior pertenece al texto novelesco: se refleja el conflicto que tiene el viejo pescador con el pez. Al igual sucede con el cuento: “el pez” de Rony Bonilla, va intercalando las mismas acciones, los mismos indicios, e informantes en la descripción del bote. El pez y el pájaro: son tres símbolos presentes en ambos trabajos narrativos. Por lo que también emplea el mismo narrador omnisciente. Las mismas condiciones técnicas en el armazón del diálogo. Al igual en el empleo de formas verbales similares: (pensó volver, llegar, pelear, atacar, arrojar, remover) en tiempo pasado perfecto del subjuntivo y lo que nos indica el mismo ritmo narrativo, desde el arranque del cuento. 

El hombre lo vio una vez encombarse en el aire y le pareció que jugaba. Lo desestimó. —Es el mismo de ayer —pronunció complacido. Faltaban 400 metros para llegar a la playa y vio a su hijo arrimarse al agua. Levantó la mano y repentinamente sintió la penetración que lo arrojó de bruces. Un leve escozor le refogó el dorso a la altura del omóplato izquierdo, seguido de una terrible sacudida que removió su carne. Adormecido, escuchó el golpe lejano del pez aguja que se hundió en el agua. (Bonilla, R, 1996, pág. 53).

Por eso consecuentemente se encuentran siete elementos en común de fondo que evidencia el alto grado de plagio de Hemingway en el cuento “El pez”:

Texto A    E. Hemingway        Texto B Rony Bonilla

El viejo y el mar(A)               (B)  El pez  (el hombre y el mar)

-La soledad     (A)                 (B) -La soledad

-El anciano (A)                            (B)  -El Hombre

-El Muchacho (A)                  (B) -El hijo

-La playa (A)                    (B) -La playa

-el bote            (A)                      (B)   El bote

-Atardecer(A)                  (B) -Atardecer

-El pez (A)                       (B)  -El pez

-El mar (A)                       (B)   -El mar

En el cuadro anterior se enlistan de forma evidente que hay elementos comunes en el plano del fondo, y en la forma. También, lo que nos conlleva a emitir un juicio de una acertada evidente copia basada en cambios internos, y adaptaciones. Porque la originalidad o el estilo propio se pierde y se esconde bajo la sombra del autor norteamericano.

 Al menos que se recurriera a la alusión o, a la parodia para justificar que se elabora una reescritura; pero nada de ello se encuentran en el cuento: “El Pez”.  Que se origina una duplica trasformativa que hizo Rony Bonilla a gran escala. Se podría definir a ciencia cierta que la simulación y la mimesis de la que plantea Aristóteles marcan las justificaciones que Rony Bonilla empleó en gran consonancia con toda la teatralidad narrativa (Talens, J, 1996) que encontramos: en el Viejo y el mar, convirtiéndola en narrativa clonada o trasmutada en una réplica virtual: el auscultamiento tanto formal como el quiebre traumático y el artilugio de finalizar el cuento. Esto permite determinar que es una intertextualidad ilegitima.

Desde la perspectiva analítica del lenguaje literario, ambos narradores, se diferencian, porque el copismo se encuentra segregado en el plano denotativo, aun así, Rony Bonilla, dio un giro de calco, aunque con algunas diferencias, al cuento del Circo, lógicamente porque Salarrué acude al uso del lenguaje coloquial, y Rony, al lenguaje más apegado a lo poético. El primero se ubica en el costumbrismo, y Bonilla, en el existencialismo vanguardista de finales del siglo XX.

  No obstante, no deja de bajar de talla al haber reescrito de forma contundente el legado del escritor norteamericano. Los hallazgos de la imagen idéntica de “El Viejo y El Mar” de Ernest Hemingway en el cuento “El Pez” de Rony Facundo Bonilla.

Texto A           Texto B

El Viejo y El Mar Ernest Hemingway

(A)En un pueblo costero pequeño, un viejo pescador hace ya mucho tiempo que intenta, en vano, pescar un gran pez. Un día se hace a la mar, y tras mucho esfuerzo, consigue que este pique su cebo.

(A)"Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar..." Ernest Hemingway

El viejo y el mar: es uno de los textos más notables de Hemingway. Escrito con un lenguaje de gran fuerza y sencillez, narra la historia de un viejo pescador cubano a quien la suerte parece haber abandonado, y el desafío mayor al que se enfrenta: la batalla despiadada y sin tregua con un pez gigantesco en las aguas del golfo.

Aquí Hemingway retoma, en un estilo remarcable, el clásico tema del valor ante a la derrota, del triunfo personal sacado de la pérdida.  Escrito en 1952 por encargo de la revista Life, este relato lo confirmó como uno de los escritores más significativos del siglo XX, obteniendo el premio Pulitzer en 1953, y allanando su carrera hacia el Nobel de literatura, recibido en 1954.

(A)

Era demasiado simple para preguntarse cuándo había alcanzado la humildad. Pero sabía que la había alcanzado y sabía que no era vergonzoso y que no comportaba pérdida del orgullo verdadero………….

(A)

…………Estaba rígido y adolorido y sus heridas y todas las partes castigadas de su cuerpo le dolían con el frío de la noche. «Ojalá no tenga que volver a pelear —pensó—. Ojalá, ojalá que no tenga que volver a pelear.»

(A)

Pero hacia medianoche tuvo que pelear y esta vez sabía que la lucha era inútil. Los tiburones vinieron en manadas y sólo podía ver las líneas que trazaban sus aletas en el agua y su fosforescencia al arrojarse contra el pez. Les dio con el palo en las cabezas y sintió el chasquido de sus mandíbulas y el temblor del bote cada vez que debajo agarraban su presa. Golpeó desesperadamente contra lo que sólo podía sentir y oír, sintió que algo agarraba la porra y se la arrebataba.

(A)

Por último, vino uno contra la propia cabeza del pez y el viejo se dio cuenta de que todo había terminado.  Tiró un golpe con la caña a la cabeza del tiburón donde las mandíbulas estaban prendidas a la resistente cabeza del pez, que no cedía. Tiró uno o dos golpes más. Sintió romperse la barra y arremetió al tiburón con el cabo roto. Lo sintió penetrar, y sabiendo que era agudo lo empujó de nuevo. El tiburón lo soltó y salió rolando. Fue, de la manada, el último tiburón que vino a comer. No quedaba ya nada más que comer…..

(A)

………….Quitó el mástil de la carlinga y enrolló la vela y la ató. Luego se echó el palo al hombro y empezó a subir. Fue entonces cuando se dio cuenta de la profundidad de su cansancio. Se paró un momento y miró hacia atrás y al reflejo de la luz de la calle vio la gran cola del pez levantada detrás de la popa del bote. Vio la blanca línea desnuda de su espinazo y la oscura masa de la cabeza con el saliente pico y toda la desnudez entre los extremos……..

(B)

            El Pez de Rony Bonilla

 (…) A la luz de un candil, salió de la casa y fue al borde del acantilado. Se sentó en una roca y, por un largo rato, contempló a lo lejos el agua sosegada, cuya superficie traslumbraba el vaho enfermizo de la luna. Luego, oteó los promontorios negros y borrascosos cerca del risco y le parecieron funestos.

Ansioso, corrió la vista más allá y apreció brevemente el esmalte de luz rojiza en lo encrespado del mar. Respiró hondamente y anegándose de esperanza quedó como abismado.

Repentinamente vio un grupo de peces lozanos e inocentes danzando plácidamente muertos de encanto. Ante tal fascinación, su rostro impávido desprendió una sonrisa de bobo; entre tanto, los peces se perdieron con su gracia en la oscura profundidad. Desengañado estiró los ojos hacia la boca del golfo y nuevamente escuchó el golpeteo fofo y acompasado del mar sobre los negros peñascos. Súbitamente se levantó y retornando a la casa, con el desaliento de un gato, espetó:

—Es la pobreza —y se rascó la cabeza de

cabello ensortijado entrehilado de canas.

De pronto, como si adujera alguna premonición, vehemente entró en la choza; nuevamente revisó el aparejo de pesca y de seguido se cargó la red. Cogió los remos y partió con denuedo. Su rostro metálico tenía una expresión taciturna forjada en el mar. No portaba lumbre, le bastaba la luz de luna para sortear.

49

La luna, imponente entre paños intrincados de mansas nubes pinceladas en tonos amarillos esfumados a la penumbra, caía oblicua. Regando su luz delgada, se bañaba en el mar. La quilla, a su paso, impulsada por el golpe blando de los remos, hacía añicos el reflejo violáceo del temblor del agua. Orientándose por la óptica sobre los cuerpos sombríos de la Isla del Tigre y la Isla Meanguera, el pescador especuló la distancia navegada.

(B)

—Cuatro leguas —masculló subiendo los remos. Dejó caer sus brazos, barnizados de sudor, sobre la borda y se echó a la deriva. Reclinado sobre el manojo de red, observaba que las nubes, ante la presencia de la luna, se transformaban poco a poco, de montañas apacibles de belleza cándida, a cuerpos grotescos y brutales. Sintió una rara sensación de miedo. Se restregó los ojos y como para divagarse, pretendió analizar el traspaso de un color de fuego a una veladura de sepia.

De pronto hizo un extraño sonsacado por su propia realidad; se puso de pie y balanceándose al vaivén del bote, sacudió la cabeza y se frotó el rostro. Examinó su posición mirando a las islas una y otra vez; seguro de estar en el lugar indicado, reinició la tarea. Desató la red, le buscó la soga y la amarró a una porra que hacía de boya con su banderín rojo. Extendió la red en el agua y ató la segunda porra y la puso a navegar. La red, sujeta a las porras por largas sogas, caía lentamente al fondo del mar.

—Esta es la última —dijo y se escupió las palmas, luego las frotó crispándose.

Miró hacia la isla y se entretuvo en un pelícano que descansaba echado en el agua, tieso, con tremenda indiferencia; de pronto despabiló y, arrogante, alzó fácil vuelo. Arriba, deslizándose en el aire trazaba ochos oteando en derredor.

Súbitamente, con abúlica tiranía se desgajó pesado en picada vertiginosa hasta chocar contra el agua sobre un infortunado pez. Otra vez se tomó en fría posición, serio.

— ¡Qué fácil! —murmuró el hombre.

Y se puso por undécima vez a contar los siete peces degollados, calculando lo que ganaría en la pesa. —Falta para el día —repitió, mirando flotar su sombra; seguidamente, soso, observó:

—Son las cuatro. —Y llevó la vista al este.

Distinguió el hormigueo de un manto de gaviotas que se precipitaban, en diagonal, picando al mar.

— ¡Banco de peces! - exclamó atónito.

(B)

Rápidamente tomó la cuerda y tiró hasta traer la red a flote. Sin parpadear siquiera, canaleteó al otro extremo y repitió la acción con el máximo esfuerzo. Se puso en pie y sombreándose los ojos con la mano, quedó viendo el nudo de gaviotas y calculó la posible trayectoria de la manada de peces. Con la mayor agitación traspuso la red a una distancia de 60 metros. En suspenso, esperó unos segundos. Soltó la red y razonando murmuró:

—Los peces vienen a cierta altura... la red baja lento, entonces cuando ellos pasen por aquí ya el trasmallo estará allí en su camino.

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