DE FESTIVALES, FERIAS Y ÑOÑERÍAS
Concurrir a festivales con tarjetas de presentación, style baby shower o sin invitación premeditada, no causa molestia sempiterna a nadie. Estamos acostumbrados a ubicarnos a la orilla de la bacinica, o de los circunvalatorios mundos de patio.
Donde hacer acto de presencia a mostraciones de libros o de “lyric celebrate”, es un acto de pila bautismal, concurren carroñamente una infinidad de seres postizos con máscaras de hierro para ensalivar el aplauso, e identificar de forma abreviada y dudosa darwinianamente, eligen el que tiene más tiempo en el escalafonario mundo poético, o por el amiguismo de trotamundos “globetroter” o porque se han enfilado en agrupaciones de grullas encebadas en la poliandría metafórica.
Los festivales o ferias de libros cundidas de piojos vienen a ser saludables cuando se acude a la objetividad y al conocimiento somero de los sujetos e individuos que contienen o poseen en la balanza literaria obras de peso o heavy metal solamente porque tienen el bautizo de extranjeros desconocidos, sean mexicanos o chilenos. Sin escaramuzas de famas o de cuerdas flojas de amistades que cosechan vandalismo ególatra en revistas o redes sociales, tipejos literarios que acaban de salir de la burbuja umbilical, apenas con dos o tres libros que no pasan de ser básicos, que nunca llegarán a la genialidad. Acuden a cartas de presentación de biografía en bonsái, con títulos de doctorados que no concatenan con la originalidad creativa. Un titulesco no define el talento ni tampoco la calidad poética o narrativa. No ha de haber calidad científica y académica en el ensayo o la investigación.
Los festivales y ferias de libros, cuando parecen piñatas de happybirdays de quinceañeras, anuncian obras con esencia de bodrio, para engañar o burlarse de la inteligencia de los lectores. No se puede estar en contra de eventos color de rosa, o de pintalabios poéticos, o molestarse porque la invitación la postergaron en antemortem.
Los festivales y ferias de libros, contienen la apariencia de las celebraciones católicas en semana zángana, hacen viacrucis, incluso, consideran las estaciones del misterio, lógicamente en el ámbito de la poesía de las letras sin litros. Es preciso, que los festivales, que están sosegados por la seriedad y la gentileza, no ignoren algunos buenos escritores que llevan carriles de experiencia recorridos. Si no, pues, que cada celebración en cada lustro, consideren que hay personajes que han levantado el edificio de la literatura, pero han quedado rezagados sin Visa para asistir.
Aunque, en verdad, no valdría la pena, hacer acto de presencia, sino que sabemos de dónde es la filogénesis monetaria de financiamiento de traer a julano, Perengano y Mengano del extranjero. No es posible, que exista una coperacha entre compas escritores, si pasan más acabados, más lavados que a saber quién, si son las alcaldías, son los más duraznos que hay para apoyar magnos eventos. De dónde el money para el airplane ticket, para pagar la hostelería en varias noches. Habrá tanto billui en tiempos de miseria y de pobreza, que los festivales obtengan apoyos desmesurados, donde el tribunal superior de cuentos, hace ausencia. Es necesario seguir apoyando la cultura desde muchas dimensiones, y que los actores claves se forjen al sacrificio. Aun así, es necesario, mantener la dignidad político-ideológico, porque se critica a los que nos gobiernan, pero recibimos el billetito para tales encuentros.
Donde la poesía, en busca de convertirse en el aura de las bacanales o de las famosas bacantes. Festivales de hiedras, espejuelos y espejismos. Donde se levantan dioses con pies de barro. Menos poetas. Menos escritores, y más dioses de barro, que se diluirán en el horizonte del olvido.
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