Oscar Sierra Pandolfi
En Honduras, la ciencia histórica, siempre ha estado vinculada al enfoque positivista, al dato, al documento directo, y luego a la vulgaridad de la crónica salvaje enciclopédica que se refleja en los periódicos y revistas. Independiente que exista una facultad de Historia. La crítica va orientada a la praxis investigativa en manos de seudo periodistas que amalgamados de sentido común, intuición en pleno proceso de vagabundeo, y una facultad obvia por la ignorancia. Es reconocible el trabajo ensayístico de muchos historiadores, tanto de la vieja escuela: Ramón Vallejo, Rómulo E. Durón, tanto de la corriente marxista en la que se enfocó Longino Becerra y Medardo Mejía, a pesar de sus enormes errores interpretativos. En el caso ilustrado de Ramón Oquelí Garay y Mario Felipe Martínez Castillo, de paso, Segisfredo Infante y Juan Ramón Martínez. No se pasa por alto, la nueva generación que venía empujándose por Leticia de Oyuela y que posterior, un Darío Euraque y Jorge Alberto Amaya. Solo para citar algunos nombres, la lista de Schindler de los historiadores hondureños es larga. No obstante, veamos el rapto y la vaguedad que ha sufrido la ciencia histórica en la mano de muchos pseudohistoriadores, impostores, por algunas razones científicas, que son evidentes al leer sus artículos, ensayos o libritos monográficos de dudosa hermenéutica. Sujetos que a última hora por situaciones contra éticas y ya tardía decidieron poner un pie en falso en la autopista de la historia, sin siquiera haber leído los teóricos de la historiografía clásica moderna y contemporánea. Ni siquiera han leído a Oswald Spengler, Jacques Legoff, Hayden, Corbin, Aries, White, Foucault, solo para estirar el nombre de algunos. Sujetos que en su vagancia especulativa tienen la creencia y falacia de darnos a creer que hablar de fechas, de acontecimientos, de hechos, de personajes, es que ya se está hablando científicamente de historia, situación errónea y falsa. La equivocación más grande, estos señores de la pluma por encargo, están ilustrando la historia nacional con la temible teoría escrita por los dominados, cuando en realidad, desde la ontología, el poder dominante, es la que decide quien escribe la historia, la que borra, desaparece archivos, la que expone y dicta sus filtros. Si habla de la matanza de 1944 en San Pedro Sula, es un hecho histórico efectuado por el partido nacional en la época de Tiburcio Carías Andino (1932-1949), lo otro sería, porque no se abordaría al mismo tiempo la matanza de los horcones en los “70” por parte del padre del expresidente Manuel Zelaya Rosales. Lógicamente, que el periódico “el poder popular”, que dé popular no contiene nada, es manejado por una elite de pseudointelectuales, que están apegados a la bondad de la mentira, y que necesitan quien los desenmascaren. Se trata de secciones de historia, opacadas y atribuidas al sicariato histórico, hacer apología a quien conviene para reflejar que se están haciendo bien las cosas, cuando en verdad la historia es justiciera, es una ciencia con sus métodos supeditados de las ciencias sociales. No se hace uno, historiador de la noche a la mañana, se necesita agallas de lecturas, de procesos investigativos, no de artificios, no de lecturas directas para generar interpretaciones criteriales más asomadas a las historias de Caliman y Memin. En el próximo apartado trataremos de analizar científicamente las 10 monografías de pueblos hondureños que se han escrito en el radio de 7 años, y visualizaremos los gazapos, y errores de algunos pseudohistoriadores que parecen payasos de la pluma por encargo, basados en las teorías contemporáneas de la historia.
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https://www.latribuna.hn/2023/07/29/la-investigacion-historica-en-honduras-gazapos-y-desaciertos-i-parte/
MEDARDO MEJIA Y EL PADRE VALLEJO
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