LA VIDA DE UN MUERTO DE HAMBRE
Oscar Sierra Pandolfi
Novela corta 2024
Lázaro no cuenta su vida, porque a nadie le importa o le incumbe saber los trajinares y pesares.
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Bueno, lo primero que sepa o cepo, d vuestra magesstad, es q mi nombre es Lázaro de Torpes, hijo bastardo y maldito de Pedros Aron, descendiente del hermano de Moisés, en primera línea de ADN, según la teoría de Gregory Mendel y Crick, medio hijo por fuera, de un polvo, de media cancha, de Vereca d Ordon, naturales de Morolicas, pueblo de San Marcos. (Mono, divertido, elegante, misterioso, juguetón, fantástico, glamuroso, intelectual o romántico).
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Mal Nací en las orillas oscuras del río negro, así q tomé y consideré el sobrenombre, este: apelativo, mote, alias, apellido o remoquete: Torpes, mi familia fue, es y será torpe. Q se enoje el tunco: Maclovio.
Paso a lo siguiente, mi padre, engendrador de la maldad, viajero, mujeriego, era un doctor de matasanos, quien sabe dónde se había graduado. Dios me perdone q lo esté mencionando, porque dicen las lenguas ponzoñosas que ya estaba viejo y arrugado.
Cuando menos acuerde le puso una panza a mi madre, ahí me llevaba en la burbuja de agua, en el maldito cordón umbilical.
Muy malévola decisión el haberme dejado vivo, me considero un aborto de primera clase, en otras palabras, en categoría VIP. Yo no le pedí que me hicieran o me trajeran a la crueldad del mundo. Puedo decir a cabalidad que nací a la orilla de un río como el mismísimo Lazarillo de Tormes.
Q casualidades de la vida, las mismas aventuras exageradas obtuve yo, nada más q en pleno siglo XX.
Ok, cuando tenía 7 años, mi fader fue acusado x los del dinamo, porque andaba con el viejo gordo, bigotudo, el famoso turco Shalah, q transportaba ajonjolí, dicen unos, y otros, q le hacía a la mota, no me consta. Pero, ese viejo ojos de venado, cuando llegaba a la casa, allá a donde Paola, con unos sacos llenitos de bills con la face de Washington y Jefferson. Papeles verdes de 100 y 5º enmaquetadas.
Q conste, no me parieron a la orilla de una quebrada, sino q al final de una sala vieja, juca y podrida del hospital. Ella recuerda, si en el cerebro tuviera un casette de VHS.
Me dijo la enfermera, doña Chona, ya está anciana, los años le fueron aplastando la vida, de tanto ver cosas, ha quedado ciega, solamente escucha al viento que juega en el tejado: mire mijo, Ud. nació pataleando, bajo el llanto de un niño necio, parece que no quería nacer, se le miraba el temple inquieto, como enojado por haber venido a la vida. Como les digo, a mi padre de crianza, se juntó con mi señora y malévola madre, andaba echando mejenga, era el taxista privado de mi irresponsable padre, fue apresado por ciertas situaciones de dudosa procedencia.
Yo casi no recuerdo, la memoria USB se me va borrando lentamente. Confío en Diosito y la virgencita que este odio se desvanezca, que esa high life secret que tenía mi mamá, y ese viejo panzón, me obligaron a decirle papi. Cosas del mal destino. En ese tiempo, vivíamos de casa en casa, de barrio en barrio, el tormento de la inmigración local, ir de un vecindario a otro.
Alquiló, me acuerdo ahí en la entrada de la pila, así le decían a ese lugar, en la esquina había un frondoso yuyugo.
A las 12 del mediodía llegaba el viejo ese tal por el cual, se la tiraba de mi procreador, con su panza que se le salía de la faja y sus camisas guayaberas, y la vieja de mi nana, estaba enculada. Ya sabe todo lo q hace una mujer cuando ama al hombre equivocado. Su cara de Munra, o de Gargamel. Rápidamente, me ponía a lavarle el perolito: Datsun 210. Se imagina vivir toda una vida con el verdugo. Con dos medios hermanos, Claudita, la niña de sala, y Glencito, el peluche consentido.
1
Se encuentra con don Chalo, el Colmenero
Me acuerdo de que iba a la escuela a las orillas de la asfáltica carretera, detrás del canto herido de los pajarracos negros en el bulevar. Guerra de pájaros, que todavía vuelan el espacio perdido de mi niñez. Al otro lado del alambre de púa, una casucha de madera, conocí al vecino de una familia humilde, el famoso don Chalo. Sin ninguna derrota, me iba a meter a la rolliza construcción; ahí estaba don Gonzalo, de pie, al otro lado de una mesa ancha, rellenada de harina, y cortaba una masa de miel blanca, en forma de almohadas en bonsáis. Sudaba desde la punta de la nariz hasta chorrear tras los brazos. La chanza, la broma y la risa gobernaba la vida de los habitantes.
Ahí ayudaba a redondear las famosas colmenas, las embolsábamos y sellábamos con la diminuta llama de una candela. Cada sábado con dos sacos llenos, abordaba un bus hacia el puerto de San Lorenzo, donde los iba a dejar. Tan solo 11 años. Ya me ganaba la vida, mis primeros centavos. Aunque me lleva judas, el moneys que me ganaba el mismo señor me lo quitaba endeudándome hasta el copete. Pues me prestaba pisto para ir a la skul.
El hombre desciende de un árbol perfecto tejido en el fondo de una cicatriz, al reverso de un basurero cósmico, masca sílabas de tabaco en las avenidas de lunas vestidas de sangre infantil.
El hombre que conocemos lleva en sus rodillas la dureza de la roca enmarañada de perdones, baja todos los días la rosa de creencias en el altar, con sus fétidos recuerdos rompe el focus del mundo, para envejecerse sin tiempos, sin fastidios: desciende del niño que juega lodo con las estrellas.
Cuando tiré los sacos en el wagen del autobús, el hombrecito me quedó viendo nostálgico. Apenas con mi edad, tenía la capacidad de ir a hacer negocios, como esos grandes hombres del Wallstreet y del Nasdaq. Viajar sin contener miedo. Aunque uno se aburría ir tras la ventana viendo que las veredas y las planicies de Santa Elena y Agua Caliente, quedaban atrás, y cuando íbamos a la altura del Henecán, miraba la mancha transparente de la bahía, como mirar el mar Báltico, el Tirreno, el mar Adriático. El mar siempre debe estar cerca de 1, mire a Herman Melville, cómo escribió esa obra de Moby Dick, o las novelas de Emilio Salgari, con: Sandokán.
La fachada de la casa con acera de cemento gruesa, y puertas de color rojo vino. Vivía con nosotros mi media hermana, la negra moronga, que no me caía también por dictadora, aunque si tenía sus detalles, le gustaba escuchar música en inglés. Michael Jackson, “words” de F.R, su nombre verdadero : Eli Robert Fitoussi. O las rolas de Peter Cetera con el group Chicago. Fui un cipote en la vagancia, macho sin dueño, sin puntos cardinales en mi existencia temprana. Aunque el sistema solar familiar, el sol, siempre irradiaba contra la sombra de mis alegrías y de mis sabidurías expuestas a la teoría del caos, donde una escala de tiempo, que depende de la dinámica del sistema, llamada tiempo, de Lyapunov.
Siempre anduve huyendo, cualquier movimiento tectónico ocasionaba malos caracteres en mi mamá, con su recio conductismo agresivo, contra la humanidad de mi cuerpo. Híncate pedazo de mierda, ni para taco de fusil servís, no me agarrés la faja, no servís para nada, hijueputa: los pies de ella atravesados en el cuello, y yo atenazándole la faja, y su cara bajo el fuego de la cólera, suéltame.
La correa con su franja roja estirada, banda de cinturón corsé casi a reventarse, ese fajín largo moviéndose en el aire, tira de piel de garrobo con fuerza de luchador de la WWF, hebilla metálica de viejo ganadero para sacarme la caca hasta el tuétano.
¡Pendejo!, ¡no soy tu maje!, semejante animal, cuando venga tu tata que t monte verga x vago y por haberle pegado al niño. Así fue, ahí estaba el viejo carepija, en calzoneta, sin camisa, después de encerrar los taxis, porque sí, llegó a tener billete el viejo pisado.
Dios lo tenga en el infierno, q todos los santos me perdonen. Con una correa más gruesa q el neumático de una llanta de bici, ya sabe hincado, recibía el latigazo, así como castigaban a los hombres de color en los yunai, o como en la santa inquisición en tiempos de Torquemada.
El primer chilillazo, brinco como sapo en invierno, me lanza el segundo, salto como conejo, el tercero me lo clavó en la espalda, en el mero espinazo, marcado como un sello, el llanto se me quedó atrapado en la garganta, salí corriendo a meterme debajo de la cama, apabullado debajo de la oscuridad, mis lágrimas humedecían mi diminuto cuerpo, y el odio se escondía en mis manos convertidas en puño, algún día los miraré morir en miseria, dije en silencio, bajo la potencia de mi impotencia..
Miraba los cerros rasurados por los dedos del sol, y las mariposas hacían círculos en el aire con sus colores. Pintaban universos entretejidos de abismos y oscuridades, de partos arrojados al agua, de seres con rostro de herida. Ya nada existía, los bosques son laderas de huesos, de madera, y la hierba ya no crecía a la orilla de los ríos, esqueletos de ríos, cadáveres de hojas arrastradas por el viento: el hombre desciende del árbol que ha muerto, con el hacha devoradora, no tiene amor por la sombra de sus ramas, de sus hojas, ha inventado misiles, dibuja humos en el aire, por eso el hombre desciende de un misil, que apunta a miles de humanos en algún lugar de la tierra.
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Cuando don Chalo terminaba de embolsar, aguardaba todo el producto del día: contaba minuciosamente, y yo con las ganas de llevar una bolsita, para masticar en la noche que miráramos telenovelependejas con mi mamá. Don Chalo era más duro que las piedras, y que la carne de lora. Aunque, por cierto, no era mala gente. Dicen que anduvo con la tal Albertina, la del vestido harapiento, la de los calzones rotos, que tenía una especie de televisores dibujados, y que le encantaban los hombres jóvenes, solo se bajaba el blúmer y ya.
Me chirriaba la tripa, en la casa el plato de comida era una poquitencia, un huevo, una muestra de frijolitos, dos tajadas de plátano, y un par de tortillas, perfecto menú dietético.
No se me quitaba la hambruna. Siempre me levantaba a pellizcar algo en la cocina, me iba con los pies de puntillas, adrede, a tientas, solamente se escuchaba el ronquido consecutivo del viejo culerón de mi padrastro, adusto, cuasi me agarraba con las manos en la masa, entre las calderas y ollas, el sonido de los ratones, o algún ruido de alguna serpiente, esa vieja de mi nana, era mezquina.
Yo metía los dedos en un plato hondo donde guardaba la crema de los chocobananos para el negocio del día siguiente, pellizcaba, qué delicioso manjar en pleno acto de hurto.
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2
Lazarillo de Torpes se encuentra con Don Félix, el Gato
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¡No se acelere! Me decía cada vez que llegaba, y lo miraba en la silla de franjas negras y verde mentolado. Lanzaba un escupitajo, su mirada sincera, acento de viejo buena onda. Doña Julia, al fondo de la cocina, tras el fogón. Al frente de la casa, esperaba aparcado el camión Isuzu azul, media hora y nos íbamos: el quihúbole, el chino, el toto, julio y yo, a cargar ladrillos. Al mediodía en punto, sosteníamos aquella hilera por hilera de ladrillos, pesados, encuclia, levantado, arriba-abajo, supeditados a los rayos fotónicos del sol, gritería, platicas, jodarrias y bromas. Mil viajes alrededor de la ciudad, extrajimos cargas de 2000 piezas, subirlas, y bajarlas.
Cansancio enorme. Pero el viejo, nos pagaba bien. No me quejaba, hacia para las libretas del colegio y el uniforme. Además, para la entrada del cine Rex y Caribe. Me gustaba ir a ver a Chuck Norris en “Delta Force” o “perdidos en acción”.
Las patadas voladoras de Van Damne y de otros actorazos. Aunque por cierto, ese trabajito lo miraba como un escape, porque estar en la casa, era como estar en el mero infierno, la sucursal terrestre, la representante: mi madre. Que me allanaba con sus temibles gritos, amenazas, maltratos, me montaba verga a cada segundo. De que servía tener ropa y comida, en medio de la guerra del golfo pérsico del hogar. La miraba lavar ropa todos los días, y yo restregaba el catre blanquecino curtido donde dormía, que conste, mis medios hermanitos dormían en colchones.
La preferencia abominable, el depreciado, no es victimización, es la mera neta. Mi madre cargaba con una trailer de pesares y heridas, necesitaba desahogarse. Yo era su catarsis, el objeto donde el boxeador golpea para librarse las peleas. Sin contar con el verdugo de don Pedro, viejo culero, me acuerdo cuando se subió el antiguo automóvil lanchón Ford de los “70”, ancho y larguísimo, veloz, me persiguió por las calles empedradas del barrio: Los Fuertes, hasta que logró capturarme, como un policía atrapa a un ladrón.
Ya se sabe los riendazos, fajazos, pijazos, la cara del viejo ese no se me olvida, carepija, panzón, daba y daba pijazo tras pijazo sobre mis vertebras de niño. No se me olvida, no jodan, no son problemas de infancia, es la mera verdad, que estoy contando, que le destruyan la niñez a 1, es un vergueo del que nadie t salva.
3꧁ঔৣ☬✞𝓓𝖔𝖓✞☬ঔৣ꧂
Escape del Lazarillo de Torpes al chocar la nave Enterprise del taxi de don Peter.
Encienda el taxi, meta la llave, dele vuelta a la derecha, luego el pie izquierdo hundiéndolo en el clutch, acelera despacio con el pie derecho, y va soltándolo, despacio, si cabecea, no se precipite, no acelere, el auto que sale pitado como burro chúcaro, como Aitor Sena estrellándose en la fórmula 1. Al frente del árbol de marañón, tune-up apachurrado, focos quebrados, salgo arriado, salto el cerco, el ruco de mi padrastro le llega la noticia de última hora, yo q me escondo en las cercanías de la pila, llega la noche, el crepúsculo se marcha, sigo metido en una casa abandonada, sin ventanas, el aire se mete como hielo silencioso, tirado en la acera, arropado con una camisita, los zancudos chasquean, joden, llega don Cheyo, con la biblia bajo el sobaco, su cara de Pelee, y peinado de Denzel Washington, es el papá del borra, y marido de doña Goya, viven al frente el expendio “el último trago”, a lado del chino, cochino, el taxista.
Ando escapándome como Stallone en la película de Rocky IV, y “acorralado”.
Esa noche bajo el frío nórdico de la casa abandonada, don Cheyo se echó como esos perros de la calle, a un lado, yo escarbé la vieja almohada: no le tema a su padre, ya se le va a bajar la enojura, me dijo, cerrando los ojos y acomodándose para dormir. La choya que me pegó en la mañana, sin saber a dónde ir, es que Don Cheyo, era que nos salvaba a los cipotes de la guerra mundial de los pleitos caseros y familiares, el predicaba, todas las noches que iba al culto. Nunca lo vi en carros de lujo, siempre con su camisa manga larga, arrugadita, sus zapatos sencillos. Toda la madrugada me la pase trabado en el pensamiento, la telaraña de la duda, y las pesadillas de que don Pedro, me perseguía como esos badboys, siguiendo a los criminales.
O lo imaginaba como Fredys Krueger con sus tenazas afiladas, encolerizado, o con la pistola apuntándome como la película: el bueno, el malo y el feo. Sentía los disparos traspasar mis carnes y mis delgados huesos.
Fue tanto el odio de ese viejo conmigo, que me dio el apellido por cuestiones de malasuerte o por asuntos privativos que todavía sigo sin comprender.
Sepan que no tuve padre por ningún lado. Cada vez que el castigo severo de inquisición en la casa, con mis caderas derrotadas, mi espalda latigada, me tiraba debajo de una vieja cama, con mi cara pegada al suelo, con el llanto humedeciéndome, mis puños cerrados, y suplicaba a la muerte me llevará, o que algún día mis ojos los mirará caer 1 x 1.
4
Lazarillo va al “pez que fuma” ꧁ঔৣ☬✞𝓓𝖔𝖓✞☬ঔৣ꧂
Los niños en la calle jugando con el viento a las corridas de toro. Luego Don Henry se los llevó arremangados en un camión azul. Amontonados como repollos. Don Henry con una risa maliciosa. Gestos de impudor en el rostro. Un chubasco caía en la ciudad. Llegamos descoloridos. Mojados hasta el alma. Nos bajamos tirándonos uno sobre otro. El chino con su cara cicatrizada como un viejo mapa del viejo mundo. Tiró una manotada en la espalda de Julito, bromeando. Era el más callado de los cipotes del barrio. El “Rorro” con su diente enchapado de oro.
Julio miró hacia la cortina de la puerta principal del bar. En el dintel con un simulacro insospechable, se posó un hombre con insinuaciones de mujer. “Lo recuerdo muy bien”.
El gaytore con la cara pintada y con una peluca hecha de pastes, le hacía muecas de incitación al “chino”, que se capeaba de forma aligerada. “¿Pero es mujer verdad?” Replicó Juancito con una seña de vergüenza.
¡Es una mujer vos jodido. ¡Apúrate!, dijo el viejo con un eructo de animal .
Cerca de la silla estaba brindando con los amigos que había encontrado por coincidencia en el bar. Luces psicodélicas estrellándose en las paredes.
¡Apúrate!
¿Qué esperás?
Vas a elegir una mujer de esas o si no te echo ese negro que está cerca de la rockola, ese te va a dejar con el culo estirado hasta el Japón.
¡Apúrate vicho jodido! Allá esta aquella rubia bella.
Tiene unas nalguitas bien duritas. De todas maneras vos no sabes nada de mujeres. Pero, mañana vas a amanecer todo un verdadero hombre.
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