Nuestras vidas:
redes interconectadas,
marionetas programadas.
Fotos pulcras,
almas con el ciberespacio,
un me gusta,
comentarios,
aprobación.
Muros bisexuales,
vitrinas ateas,
trofeos con SIDA,
logros derrotados,
almas adictas,
red cibernética o fosa escéptica,
emoticones diabéticos,
palabras caducas ebrias
por un abrazo.
Binario de boca desnuda,
estructura de maniáticos
signos ortográficos,
mundos erguidos al pie
de una estatua
de herbívoros sexuales,
la danza de ceros y 1
viajan sin regreso
a dar la vuelta al mundo
en miles de segundos,
el silencio grita,
ciencia de ciegos con bifocales miopes
y tecnología de una carreta de bueyes
con rayos láser al amanecer,
y aparece un camaleón
que baila al son de una peluca paralítica
y la metáfora en un jazz bajo la lluvia
de zappings con pulsos eléctricos
de números absurdos bailando ballet
en el teatro maldito de una pantalla.
Una calculadora juega a escondidas
con sumas imperfectas
y restas vapuleadas por la fina destreza
de la muerte virtual.
Coreografía imperfecta
de una mueca adúltera
soslaya una selfi herida,
y un código secreto
descifra la mente del aire
y el alfabeto aprende las vocales
usando preservativos de sabores,
para hacer el amor con una rima sin coraje.
Lengua babélica
informática presumida
de redes trastornadas
con cables estériles
un idioma de máquinas bonsáis
trasmigra el tarot alfanumérico
en caballeros disfrazados de datos
y de fornicarias aletas
de pez hermafroditas
y poesía de ice cream,
verso libre
de columpios gerontológicos,
estrías bits y bytes se toman una pic
con la astucia y la ignorancia
con sus trenzas de la Pequeña Lulú,
un sentimiento se retracta
de una hipótesis con labios leporinos
y la teoría se exhibe
con cálculos imprecisos
de resultados de látex y lija,
algoritmos de poesía cobarde
amamanta sus pezones
de semántica travesti
y que de escribir nunca se agotan
sus guantes de seda para excomulgar
al plagio de sus perfumes baratos
con un robot vestido
de poeta amable y diplomático.
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