Fin de partida Samuel Beckett Fin de partida Título original: Fin de partie Samuel Beckett, 1957 Traducción: Ana María Moix

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Fin de partida


Samuel Beckett

Fin de partida

Título original: Fin de partie Samuel Beckett, 1957 Traducción: Ana María Moix


Para Roger Blin


Personajes:




NAGG NELL HAMM CLOV

Interior desamueblado.




Luz grisácea.




A la derecha y a la izquierda, en las paredes, hacia el fondo, dos ventanas pequeñas y altas con cortinas corridas.




Puerta en el proscenio, a la derecha. Colgado en la pared, cerca de la puerta, un cuadro vuelto del revés.




En el proscenio, a la izquierda, dos cubos de la basura, uno junto a otro, cubiertos por una sábana vieja.




En el centro, cubierto por una sábana vieja, sentado en una silla de ruedas, Hamm.




Inmóvil, junto a la silla, Clov le observa. Tez muy colorada.


Va a situarse bajo la ventana de la izquierda. Paso rígido y vacilante. Mira la ventana de la izquierda, con la cabeza echada hacia atrás. Vuelve la cabeza, mira la ventana de la derecha. Va a situarse bajo la ventana de la derecha. Mira la ventana de la derecha, con la cabeza echada hacia atrás. Vuelve la cabeza y mira la ventana de la izquierda. Sale, al cabo de unos momentos regresa con una escalerilla, la instala bajo la ventana de la izquierda, se sube, corre la cortina. Desciende de la escalerilla, avanza seis pasos hacia la ventana de la derecha, se vuelve para coger la escalerilla, la instala bajo la ventana de la derecha, se sube, corre la cortina. Desciende de la escalerilla, avanza tres pasos hacia la ventana de la izquierda, se vuelve para coger la escalerilla, la instala bajo la ventana de la izquierda, se sube, mira a través de la ventana. Risa breve. Desciende de la escalerilla, avanza un paso hacia la ventana de la derecha, se vuelve para coger la escalerilla, la instala bajo la ventana de la derecha, se sube, mira por la ventana. Risa breve. Desciende de la escalerilla, se dirige hacia los cubos de la basura, se vuelve para coger la escalerilla, la coge, cambia de opinión, la deja, se dirige hacia los cubos de la basura, levanta la sábana que los cubre, la dobla con cuidado y se la pone bajo el brazo. Levanta una tapadera, se inclina y mira al interior del cubo. Risa breve. Lo tapa. Lo mismo con el otro cubo de la basura. Se dirige hacia Hamm, levanta la sábana que lo cubre, la dobla cuidadosamente y se la pone bajo el brazo. En bata, tocado con un solideo de fieltro, un gran pañuelo manchado de sangre cubriéndole el rostro, un silbato colgado del cuello, una manta sobre las rodillas, gruesas zapatillas en los pies, Hamm parece dormir. Clov lo observa. Risa breve. Se dirige hacia la puerta, se detiene, se vuelve, contempla la escena, se vuelve hacia el público.




CLOV (mirada fija, voz monótona): Acabó, se acabó, acabaré, quizás acabe. (Pausa.) Los granos se juntan a los granos, uno a uno, y un día, de repente, forman un montón, un montoncito, el imposible montón. (Pausa.) Ya no se me puede castigar. (Pausa.) Me voy a mi cocina, tres metros por tres metros por tres metros, en espera de que me silbe. (Pausa.) Hermosas dimensiones, me apoyaré en la mesa, miraré la pared, en espera de que me silbe.

(Permanece inmóvil un momento. Después sale. Regresa en seguida, va a coger la escalerilla, sale llevándose la escalerilla. Pausa. Hamm se mueve. Bosteza bajo el pañuelo. Retira el pañuelo de su cara. Tez muy colorada. Gafas negras.)




HAMM (bostezos): A mí. (Pausa.) Me toca. (Con los brazos extendidos sostiene ante sí el pañuelo desdoblado.) ¡Trapo viejo! (Se quita las gafas, se limpia los ojos, la cara, limpia las gafas, vuelve a ponérselas, dobla cuidadosamente el pañuelo y con delicadeza lo


introduce en el bolsillo superior de la bata. Carraspea, une las puntas de los dedos.) ¿Puede da… (bostezos) darse miseria más… más grande que la mía? Sin duda. En otros tiempos. ¿Pero, hoy? (Pausa.) ¿Mi padre? (Pausa.) ¿Mi madre? (Pausa.) ¿Mi… perro? (Pausa.) Admito que sufren tanto como tales seres pueden sufrir. Pero, ¿puede decirse que nuestros sufrimientos merecen la pena? Sin duda. (Pausa.) No, todo es ab… (bostezos)… soluto, (orgulloso) cuanto más crecemos más satisfechos estamos. (Pausa. Melancólico.) Y más vacíos. (Refunfuña.) ¡Clov! (Pausa.) No, estoy solo. (Pausa.) ¡Qué sueños… con una s! ¡Estos bosques! (Pausa.) Basta. Ya es hora de que esto acabe, también en el refugio. (Pausa.) Y mientras tanto dudo, dudo en… en acabar. Sí, eso eso, ya es hora de que esto acabe y mientras dudo aún en… (bostezos)… en acabar. (Bostezos.) ¡Uffff! ¿Qué me sucede? Mejor será que me acueste. (Toca el silbato. Clov entra en seguida. Se detiene junto al sillón.) ¡Atufas! (Pausa.) Ayúdame, voy a acostarme.

CLOV: Acabo de levantarte. HAMM: ¿Y qué?

CLOV: No puedo levantarte y acostarte cada cinco minutos, tengo trabajo.

(Pausa.)




HAMM: ¿No has visto nunca mis ojos? CLOV: No.

HAMM: ¿Nunca has sentido curiosidad, mientras yo dormía, de quitarme las gafas y mirarme los ojos?

CLOV: ¿Levantándote los párpados? (Pausa.) No.

HAMM: Un día te los enseñaré. (Pausa.) Parece ser que son totalmente blancos. (Pausa.) ¿Qué hora es?

CLOV: La de siempre. HAMM: ¿La has mirado? CLOV: Sí.


HAMM: ¿Y qué?

CLOV: Cero.

HAMM: Debería llover. CLOV: No lloverá. (Pausa.)



HAMM: Aparte de esto, ¿va todo bien? CLOV: No me quejo.

HAMM: ¿Estás como de costumbre?

CLOV (fastidiado): Te he dicho que no me quejo. HAMM: Yo me siento un poco raro. (Pausa.) Clov. CLOV: Sí.

HAMM: ¿No estás harto? CLOV: ¡Sí! (Pausa.) ¿De qué?

HAMM: De es… de este… asunto. CLOV: Desde siempre. (Pausa.) ¿Tú, no?

HAMM (taciturno): Entonces no hay ninguna razón para que esto cambie.

CLOV: Esto puede acabar. (Pausa.) Toda la vida las mismas preguntas, las mismas respuestas.

HAMM: Ayúdame. (Clov no se mueve.) Ve a buscar la sábana. (Clov no se mueve.) Clov.

CLOV: Sí.


HAMM: No te daré nada de comer. CLOV: Entonces moriremos.

HAMM: Te daré lo justo para impedir que te mueras. Siempre padecerás hambre.

CLOV: Entonces no moriremos. (Pausa.) Voy a por la sábana.

(Se dirige hacia la puerta.)




HAMM: No vale la pena. (Clov se detiene.) Cada día te daré una galleta.

(Pausa.) Galleta y media. (Pausa.) ¿Por qué permaneces conmigo?

CLOV: ¿Por qué me retienes? HAMM: No hay nadie más.

CLOV: No hay ningún otro empleo.

(Pausa.)




HAMM: Sin embargo, me abandonas. CLOV: Lo intento.

HAMM: No me quieres. CLOV: No.

HAMM: En otro tiempo me quisiste. CLOV: ¡En otro tiempo!

HAMM: Te he hecho sufrir demasiado. (Pausa.) ¿No? CLOV: No se trata de eso.


HAMM (ofendido): ¿No te he hecho sufrir demasiado? CLOV: Sí.

HAMM (aliviado): ¡Ah! ¡Bueno! (Pausa. Con frialdad.) Perdón. (Pausa. Elevando la voz.) He dicho perdón.

CLOV: Ya te he oído. (Pausa.) ¿Has sangrado?

HAMM: Menos. (Pausa.) ¿No es la hora de tomarme el calmante? CLOV: No.

(Pausa.)




HAMM: ¿Qué tal tus ojos? CLOV: Mal.

HAMM: ¿Qué tal tus piernas? CLOV: Mal.

HAMM: Pero puedes moverte. CLOV: Sí.

HAMM (violentamente): Entonces, ¡muévete! (Clov va hasta la pared del fondo, apoya en ella la frente y las manos.) ¿Dónde estás?

CLOV: Aquí.

HAMM: ¡Vuelve! (Clov regresa a su sitio, junto al sillón.) ¿Dónde estás? CLOV: Aquí.

HAMM: ¿Por qué no me matas?

CLOV: Desconozco la combinación del bufete.


(Pausa.)




HAMM: Ve a buscarme dos ruedas de bicicleta. CLOV: Ya no hay más ruedas de bicicleta.

HAMM: ¿Qué has hecho con tu bicicleta? CLOV: Nunca he tenido bicicleta.

HAMM: Eso es imposible.

CLOV: Cuando todavía había bicicletas yo lloraba por tener una. Me arrastré ante ti. Me mandaste a paseo. Ahora ya no las hay.

HAMM: ¿Y tus recorridos? ¿Cuando ibas a visitar a mis pobres? ¿Siempre andando?

CLOV: A veces a caballo. (La tapadera de uno de los cubos se levanta y las manos de Nagg aparecen aferrándose al borde. Después surge la cabeza, tocada con un gorro de dormir. Rostro muy pálido. Nagg bosteza, luego escucha.) Te dejo, tengo trabajo.

HAMM: ¿En la cocina? CLOV: Sí.

HAMM: Fuera de aquí sólo existe la muerte. (Pausa.) Bueno, vete. (Clov sale.

Pausa.) Esto mejora.

NAGG: ¡Mis gachas! HAMM: ¡Maldito progenitor! NAGG: ¡Mis gachas!

HAMM: ¡Ah, ya no hay viejos! ¡Atracarse, atracarse, sólo piensan en eso! (Toca el silbato. Entra Clov. Se detiene junto al sillón.) ¡Vaya! Creía que ibas a abandonarme.

CLOV: Oh, todavía no, todavía no.


NAGG: ¡Mis gachas! HAMM: ¡Dale sus gachas!

CLOV: Ya no hay más gachas.

HAMM (a Nagg): Ya no hay gachas. Nunca más habrá gachas para ti. NAGG: ¡Yo quiero mis gachas!

HAMM: Dale una galleta. (Clov sale.) ¡Maldito fornicador! ¿Qué tal tus muñones?

NAGG: No te preocupes por mis muñones.

(Entra Clov, con una galleta en la mano.)




CLOV: Ya estoy aquí con la galleta.

(Pone la galleta en la mano de Nagg, éste la coge, la palpa y la husmea.)




NAGG (quejumbroso): ¿Qué es esto? CLOV: La típica galleta.

NAGG (igual): ¡Está dura! ¡No puedo! HAMM: ¡Tápalo!

(Clov hunde a Nagg en el cubo de la basura y lo tapa).




CLOV (regresando a su sitio junto al sillón): ¡Si la vejez supiese! HAMM: Siéntate encima.

CLOV: No puedo sentarme.


HAMM: Es verdad. Y yo no puedo ponerme en pie. CLOV: Así es.

HAMM: Cada cual con lo suyo. (Pausa.) ¿Han telefoneado? (Pausa.) ¿Nos reímos?

CLOV (tras reflexionar): No tengo ganas.

HAMM (tras reflexionar): Yo tampoco. (Pausa.) Clov. CLOV: Sí.

HAMM: La naturaleza nos ha olvidado. CLOV: La naturaleza ya no existe.

HAMM: ¡No existe la naturaleza! ¡Qué exageración! CLOV: En los alrededores.

HAMM: ¡Pero nosotros respiramos, cambiamos! ¡Se nos cae el pelo, los dientes! ¡Nuestra lozanía! ¡Nuestros ideales!

CLOV: Entonces, no nos ha olvidado. HAMM: Pero dices que ya no existe.

CLOV (con tristeza): Nunca nadie en el mundo ha pensado de modo tan retorcido como nosotros.

HAMM: Hacemos lo que podemos. CLOV: Nos equivocamos.

(Pausa.)




HAMM: ¿Te crees alguien? CLOV: Sí, desde luego.


(Pausa.)




HAMM: Esto va despacio. (Pausa.) ¿No es la hora de tomarme el calmante? CLOV: No. (Pausa.) Te dejo, tengo trabajo.

HAMM: ¿En la cocina? CLOV: Sí.

HAMM: Qué trabajo, me pregunto. CLOV: Miro la pared.

HAMM: ¡La pared! ¿Y qué ves en tu pared? ¿Mané, mané? ¿Cuerpos desnudos?

CLOV: Veo mi luz que se extingue.

HAMM: Tu luz que… ¡Lo que hay que oír! Bien, tu luz también puede extinguirse aquí. Mírame y me informarás acerca de tu luz.

(Pausa.)




CLOV: Te equivocas hablándome de este modo.

(Pausa.)




HAMM (fríamente): Perdón. (Pausa. Elevando la voz.) He dicho perdón. CLOV: Ya te he oído.

(Pausa. La tapadera del cubo de la basura de Nagg se levanta. Aparecen las manos aferradas al borde. Después surge la cabeza. La galleta, en una mano. Nagg escucha.)


HAMM: ¿Han germinado tus granos? CLOV: No.

HAMM: ¿Escarbaste un poco para ver si habían germinado? CLOV: No han germinado.

HAMM: Quizá sea demasiado pronto.

CLOV: Si hubieran tenido que germinar ya lo hubieran hecho. Nunca germinarán.

(Pausa.)




HAMM: El asunto no es tan divertido. (Pausa.) Pero al final de la jomada siempre es lo mismo, ¿verdad, Clov?

CLOV: Siempre.

HAMM: Este fin de jomada es uno de tantos, ¿verdad, Clov? CLOV: Eso parece.

(Pausa.)




HAMM (con angustia): Pero, ¿qué ocurre, qué ocurre? CLOV: Algo sigue su camino.

(Pausa.)




HAMM: Bien, márchate. (Apoya la cabeza en el respaldo del sillón, permanece inmóvil. Clov no se mueve. Suspira profundamente. Hamm se incorpora.) Creí haber dicho que te marcharas.


CLOV: Lo intento. (Se dirige hacia la puerta, se detiene.) Desde que nací.

(Sale.)




HAMM: Esto prosigue.

(Apoya la cabeza en el respaldo del sillón, permanece inmóvil. Nagg golpea sobre la tapadera del otro cubo de la basura. Pausa. Golpea más fuerte. La tapadera se levanta, las manos de Nell aparecen aferradas al borde, luego surge la cabeza. Gorro de puntillas. Tez muy pálida.)




NELL: ¿Qué sucede, chato? (Pausa.) ¿Retozamos? NAGG: ¿Dormías?

NELL: ¡Oh, no!

NAGG: Bésame. NELL: No podemos. NAGG: Probemos.

(Las cabezas se acercan dificultosamente una a otra, no llegan a tocarse, se separan.)




NELL: ¿Por qué todos los días la misma comedia?

(Pausa.)




NAGG: Perdí mi diente. NELL: ¿Cuándo?

NAGG: Ayer lo tenía.


NELL (con tono elegíaco): ¡Ah, ayer!

(Se vuelven penosamente el uno hacia el otro.)




NAGG: ¿Me ves? NELL: Mal. ¿Y tú? NAGG: ¿Qué?

NELL: ¿Me ves? NAGG: Mal.

NELL: Mejor, mejor.

NAGG: No digas esto. (Pausa.) Hemos perdido vista. NELL: Sí. (Pausa. Se apartan.)

NAGG: ¿Me oyes? NELL: Sí, ¿y tú?

NAGG: Sí. (Pausa.) Nuestro oído no se ha debilitado. NELL: ¿Nuestro qué?

NAGG: Nuestro oído.

NELL: No. (Pausa.) ¿Tienes algo más que decirme? NAGG: Recuerdas…

NELL: No.

NAGG: El accidente de tándem en el que perdimos las patas.

(Ríen.)




NELL: Fue en las Ardenas.

(Ríen menos intensamente.)




NAGG: A la salida de Sedan. (Ríen aún más débilmente. Pausa.) ¿Tienes frío? NELL: Sí, mucho frío. ¿Y tú?

NAGG: Estoy helado. (Pausa.) ¿Quieres retirarte? NELL: Sí.

NAGG: Pues retírate. (Nell no se mueve.) ¿Por qué no te retiras? NELL: No lo sé.

(Pausa.)




NAGG: ¿Te cambiaron el serrín?

NELL: No es serrín. (Pausa. Con lasitud.) ¿No puedes ser un poco más preciso, Nagg?

NAGG: Bueno, tu arena. ¿Importa? NELL: Es importante.

(Pausa.)




NAGG: Antes era serrín. NELL: Sí.

NAGG: Y ahora es arena. (Pausa.) De la playa. (Pausa. Eleva la voz.) Ahora es


arena que él va a buscar a la playa.

NELL: Sí.

NAGG: ¿Te la ha cambiado él? NELL: No.

NAGG: A mí tampoco. (Pausa.) Hay que protestar. (Pausa. Enseñando la galleta.) ¿Quieres un poco?

NELL: No. (Pausa.) ¿De qué?

NAGG: De galleta. Te he guardado la mitad. (Mira la galleta. Orgulloso.) Tres cuartas partes. Para ti. Toma. (Le ofrece la galleta.) ¿No? (Pausa.) ¿No estás bien?

HAMM (con lasitud): Cállense, cállense, me impiden dormir. (Pausa.) Hablen más bajo. (Pausa.) Si durmiera quizás haría el amor. Caminaría por los bosques. Vería… el cielo, la tierra. Correría. Me perseguirían. Huiría. (Pausa.) ¡Naturaleza! (Pausa.) Tengo una gota de agua en la cabeza. (Pausa.) Un corazón, un corazón en mi cabeza.

(Pausa.)




NAGG (en voz baja): ¿Has oído? ¡Un corazón en la cabeza!

(Cacarea precavidísimamente.)




NELL: No hay que reírse de estas cosas, Nagg. ¿Por qué siempre ríes? NAGG: ¡No tan alto!

NELL (sin bajar la voz): Nada tan divertido como la desgracia, te doy la razón. Pero…

NAGG (escandalizado): ¡Oh!

NELL: Sí, sí, es lo más cómico del mundo. Y nos reíamos, nos reíamos con


ganas, al principio. Pero siempre es lo mismo. Sí, es como la historia amena que nos cuentan con demasiada frecuencia, la encontramos siempre amena, pero ya no reímos. (Pausa.) ¿Tienes algo más que decirme?

NAGG: No.

NELL: Piénsalo bien. (Pausa.) Entonces, te dejo.

NAGG: ¿No quieres tu galleta? (Pausa.) Te la guardo (Pausa.) Creí que te

ibas.

NELL: Me voy.

NAGG: ¿Puedes rascarme primero? NELL: No. (Pausa.) ¿Dónde?

NAGG: En la espalda.

NELL: No. (Pausa.) Restriégate contra el borde. NAGG: Es más abajo. En el centro.

NELL: ¿Qué centro?

NAGG: El centro. (Pausa.) ¿No puedes? (Pausa.) Ayer me rascaste ahí. NELL (con tono elegíaco): ¡Ah, ayer!

NAGG: ¿No puedes? (Pausa.) ¿No quieres que te rasque? (Pausa.) ¿Vuelves a llorar?

NELL: Lo intentaba.

(Pausa.)




HAMM (en voz baja): Quizá se trate de una venita.

(Pausa.)




NAGG: ¿Qué ha dicho?

NELL: Quizá se trate de una venita.

NAGG: ¿Qué significa eso? (Pausa.) No significa nada. (Pausa.) Voy a contarte la historia del sastre.

NELL: ¿Por qué?

NAGG: Para entretenerte. NELL: No es divertida.

NAGG: Siempre te hizo reír. (Pausa.) La primera vez creí que reventabas.

NELL: Sucedió en el lago de Como. (Pausa.) Una tarde de abril. (Pausa.)

¿Puedes creerlo?

NAGG: ¿Qué?

NELL: Que paseábamos por el lago de Como. (Pausa.) Una tarde de abril. NAGG: Nos habíamos casado la víspera…

NELL: ¡Casado!

NAGG: Reíste de tal modo que casi nos hiciste zozobrar. Deberíamos habernos ahogado.

NELL: Me sentía feliz, fue por eso.

NAGG: No, no, fue por mi historia. La prueba es que aún te ríes. Cada vez.

NAGG: Era profundo, profundo. Y veíamos el fondo. Tan blanco. Tan limpio.

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