II PARTE
Óscar Fernando Sierra Pandolfi
“Memoria de San Luis”, de Alberto Destephen & Nacy Lara, es un compendio descriptivo, recopilación asistemática que refleja la vida historia de San Luis, municipio de Comayagua. Uno de los desaciertos de la monografía, es que intenta totalizar una variedad de temáticas que no son posible tratarlos a profundidad, aunque la recaudación de posibles documentos, que no han sido sometidos a la crítica interna y externa como nos indica Kosselec. Además, que el libro, se orienta más a la historia local, con una mirada todavía tradicional y costumbrista. Lo que nos indica, que hay fallas científico-históricas por la falta de formación académica en el ámbito de la ciencia histórica.
También, aducen sobre los descubrimientos paleontológicos, nos referimos a los rastros de dinosaurios, que se le debe de atribuir a otros autores, y que en el libro se informa, hay un ámbito periodístico, generalizado, con crónicas malformadas. Gazapos que son lamentables de estudiar y señalar, cuando se requiere primero de un marco documental, luego, dar paso a la hermenéutica del sujeto o la de Gadamer, para reflejar la interpretación de los sucesos, acontecimientos que dieron paso a lo que ellos exponen. Hay componentes apresurados que despliegan la falta de maduración en el área metodológica, una, por la falta de tratamiento sistemático de las fuentes secundarias, y el otro, no se delimitó el epítome o tema, para determinar que sea una investigación histórica. En otras palabras, el carácter monográfico, es en sí, un desfase ontológico y axiológico de la historia nos diría Pierre Nora. Lo otro, el marco conceptual, dilucida la falta de lecturas epistémicas para llevar a cabo un proceso investigativo sesudo y profundo.
“Memorias de San Luis”, parece ser más una bitácora de apuntes aún no sazonados, o con alguna disección permutada por las ganas de compadecer el show intelectual. Lo expresado, implica la invitación a una revisión exhaustiva del respectivo trabajo. El encarecimiento de conocimientos de los autores sobre teoría de la historia, es evidente, quizás, no es animar una crítica de la monografía, sino de sus gazapos, a lo que sospechamos que es un intento recopilatorio. Dentro de la enorme capacidad que debemos obtener para recorrer la lectura, nos daremos cuenta de las debilidades y desaciertos, ojalá, nuestra inquietud de motivar a leerlo, nos lleve congraciados a la verdad científica y comprobar que no estamos equivocados, que en ningún momento hay historia como ciencia.
2. “El Corpus Pueblo Dorado” de David Ohara, es un texto sublime, superficial, que destaca de alguna forma cierto panorama del pueblo “CORPUS CHRISTI”. Así le llamaría en 1595 por el español González Carballo. Los capítulos donde aborda diferentes aspectos del pueblo corpeño, dilucidan la superficialidad que escanea de manera vaga y especulativa, sin dar mano a fuentes de primera mano, ni a documentos históricos. Una simple intuición de supuesto historiador que se ha dejado llevar por la vertiente de la oralidad, que de algún sentido, cobra vigencia; por eso, de la teoría de las mentalidades. Aunque es evidente, que no pretende interpretar la historia local, sino que describe, abulta, genera y empuja información que no se tiene certeza científica de lo cierto, no hay falsedad, aunque se podría visualizar como un trabajo artificioso, primero, porque no se trata de que David, sea historiador de academia, ni siquiera de autoformación epistémica.
Sino por cuestiones amateur. Simplemente se mueve por ciertas tramas emotivas. Es evidente a primera vista, que el libro, trota-trata con algunos entretejidos temáticos, de fácil digestión, aunque, en el imaginario colectivo se traza la validez de ello. Como trabajo etnográfico, tiene sus aciertos tangibles, pero, su falta de escritura ensayística, el discurso no existe, no hay una estructura metodológica. Ese vacío, implica que David no ha leído el sistema teorético de la epistemología de la historia. Osado por el apego de ser parte del pueblo, nos lleva a la idea vieja, del viejo relator, del que este encargado de escribir la historia porque guarda la mayor simpatía, pero que las páginas recorren la mediocridad en carne viva, y más allá de ello, la falta de responsabilidad ética de tratar temas históricos que a excrecencia no maneja a profundidad desde un ángulo científico.
“Fragmentos Históricos de Nuestro Pueblo San Lorenzo” de Lenin Enrique Burgos, es una juntura de retazos fotográficos e información histórica que va hacia la forma de crónica. Con un rasgo didáctico con el afán de ensenar la historia del pueblo, a través de personajes protagonistas. Con un estilo periodístico, acude a la semblanza, a la interview, al dato en crudo, sin convalidación alguna, se nota a primera lectura, que hay un trabajo aligerado, desorganizado desde el punto de vista metodológico. La ciencia histórica, de alguna manera, en la historia de las mentalidades, en la teoría de la microhistoria, entra campante, de lo contrario, su escritura es fútil, no tiene alcance para considerar que sea un libro de historia en el sentido estricto. Creemos que le hace falta trabajar, para no hacer un panorama total de información y recopilación. Eso como marco referencial aporta, no a la autoría, sino a la localidad.
Uno de los estudios longitudinales que son abarcadores de la historia de Honduras es “El puerto de Trujillo”. Un viaje hacia su melancólico abandono de Elizet Payne Iglesias. Es una obra sistemática, a través de una metodología muy exhaustiva, minuciosa en la interpretación y en la descripción, sino narrativa, con su proceso causa efecto, sin obviar la interpretación de los diversos procesos en que Trujillo fue dominada por los ingleses, españoles y hasta franceses, además como estuvo unos siglos abandonada. Trata asuntos, como la población de negros ingleses, los caríbales, la población de haciendas, valles y la villa de Sonaguera. Además de los problemas nuevos que confrontaban, la salud-enfermedad, los incendios en la vida del puerto. Luego como se transforma en un hinterland, sobresalen las actividades económicas locales y regionales. Hasta llegar a la época colonial y después del proceso de 1821. El caso de Ilanga o “la hacienda del rey”. La explotación sucedánea de la zarzaparrilla, la madera y sus principales concesiones sin disimular, que menciona a Francisco Morazán “en una red oscura de explotación de maderera” expresa Payne. La relación de Olancho y Trujillo con respecto a la producción ganadera. Además de la formación de una elite regional de familias. Es importante como a través de secuencias va sintonizando la producción económica de Trujillo, desde el ámbito geográfico hacia el Caribe. En 1787-1821 el comercio se extendió. Las exportaciones a Cuba. Luego a Estados Unidos y a Belice, sin menoscabar el comercio de contrabando. No obstante, a pesar que se trata más de estudiar el aspecto económico geográfico. Nos indica que delimitó sus temáticas y dio paso a una diversidad de documentos de primer grado: Invasiones de Piratas en el Norte. Incidentes hispano-ingleses en Centroamérica 1776-1782 entre una recaudación de fuentes fidedignas.
Ahora por otro lado, en el tratamiento de la ciencia histórica, la verdad, es que se transformado el terreno de la vulgarización de la historia y de los medios que la difunden, porque los consumidores de historia vienen dadas por la influencia excesiva del estructuralismo y del marxismo en las ciencias sociales. Por ello, la historia quien la escribe no son historiadores, sino la gente común y corriente. Y tiene que ver que la escriban los ausentes, los vencidos, nos parece bien, no obstante, la metodología sufre una fisura en el interior. Aunque en el enfoque marxista buscan dilucidar el fetichismo del capitalismo, y destacar la superestructura y el papel de la dialéctica fue un enfoque que agilizó la interpretación de cierta lucha de clases para el tratamiento de la historia de Honduras como es el caso de Medardo Mejía y Longino Becerra, cuando destacan que existe ciertos rasgos de feudalismo, equivocación inmediata, por ello, o la presencia del primer hombre en Olancho, con algunas premisas hipotéticas que no dieron resultado. Aunque existe cierta sistematización intuitiva y conceptual, al mover ciertos modelos de periodización y periodos de coyuntura, como ser la Reforma Liberal (1876) o las guerras intestinas (1924) cuando se recurre a la causa y al consecuente.
Un evento histórico puede ser efecto de otro por antelación. En la nueva teoría de la historia, el materialismo histórico quedó urgentemente degastado, el poder que domina, y fue dominado, pondrá en el escenario la lucha de la colectividad, esto nos indica, que los acontecimientos reflejados en la época de Tiburcio Carias Andino (1932-1949) Mario Argueta en su libro “Anatomía de una época”, logra dilatar a través de la forma ensayística con documentos una interpretación suscita, profunda de dicha época. Al igual que a Becerra, no deja de lado, la matanza de los horcones en 1975. Se da evidencia fotográfica, nombres de los responsables y de las víctimas, se interpreta los efectos las reformas agrarias anteriores, como causales, la producción terrateniente, y el ámbito campesino expuesto de alguna forma a la subestructura de los que indicaban que estaban con el pueblo que victimizaron al mismo pueblo, nos referimos al señor Manuel Zelaya Rosales Ordoñez. sencillamente, porque el discurso histórico es una utopía que atraviesa las mentalidades que rodean al historiador, porque el mismo historiador es un forense, un diseccionador, un investigador dactiloscópico que no deja pasar nada por alto, excepto, si es un historiador desplazado al poder oficialista, encargado de borrar, manosear, quitar, desplegar verdades de fondo. “La historia no es una miscelánea de grandes hechos y grandes catástrofes. Es el incremento, unas veces gradual y otras súbito, de la autoconciencia del espíritu universal, expresión cuyo empleo en la filosofía de la historia de Hegel debemos ahora tratar de explicar”.
La historia de Honduras, a nivel documental y de referencias ha venido transformándose en una aquilatada magnitud de orientaciones teóricas diversas, no solo en la forma de ver el bien y el mal, la víctima y el victimario, los explotados y los explotadores, nada que ver, aparecen en el escenario historiográfico otras temáticas que estaban supeditadas al olvido, como han sido los trabajos de Leticia de Oyuela y de Jorge Alberto Amaya. Más exquisitos por el trabajo ensayístico-narrativo, en Oyuela y Amaya-Banegas, donde incursionan en la historia de las mentalidades bajo los principios de la escuela de los anales históricos, Philip Aries, con la historia de la muerte, historia de la civilización medieval, de J. Le Goff. Oyuela con “Dos siglos de amor” (1997), “Ángeles rebeldes” (2005), “Las sin remedios”, mujeres del siglo XX (2001). En el caso de Amaya Banegas, “Los árabes y palestinos en Honduras” (1997) y “Los judíos en Honduras” (2000), trabajos sosegados, riquísimos en el planteamiento hermenéutico, en la visualización del dato histórico. En el caso de Oyuela, el rodeo que hace hacia la literatura con el relato histórico, desplaza el aspecto político y económico, tratando de exponer fenomenológicamente la intimidad de personajes que hemos estado acostumbrados a conocer artificiosamente. En la temática inmigratoria, Amaya Banegas, supedita el rol que juegan los extranjeros en la formación social y económica de Honduras, aunque comete ciertos pecadillos, cuando no ahonda entre el término “turco” y árabe, sin escatimar el poderío del imperio Otomano en ciertos países árabes en el siglo XX. En el caso de Oyuela, traza líneas, que redundan, donde el apego narrativo literario, puede ocasionar una perdida ontológica y axiológica del suceso histórico que se suscitó en el imaginario y realidad de la época colonial, concepto que en nuestro punto de vista no debe ser empleado.
Por otro lado, el trabajo de Juan Ramón Martínez en la historia social, vemos los aportes historiográficos planteados desde fundamentos científicos, filosóficos y sociológicos: “Historia del movimiento cooperativo” (1975); “Isletas: esperanzas y frustraciones” (1981). “Los grupos sociales hondureños como probables sujetos de reformas” (1982). “Una mujer ante el espejo” (biografía de Lucila Gamero de Medina, la primera novelista de Honduras, 1993); “Ramón Amaya-Amador. Biografía de un escritor” (1995), “Diario del retorno” (2010); “Honduras, las fuerzas del desacuerdo” (ensayo sobre las relaciones de la Iglesia católica y el Estado, 1998); “El asalto al cuartel San Francisco” (2003), y “Oficio de caníbales” (sobre la lucha entre guerrilleros y soldados hondureños en la década de los ochenta del siglo pasado, 2006). Cada uno de estos trabajos histórico-sociales-políticos, están compendiado con una mirada hermenéutica, apegada a la realidad concreta en términos de Karel Kosic o Leo Strauss, la historia crítica, eso es, la aprehensión de un hecho particular, el historiador, conocedor de las herramientas epistémicas, acude al razonamiento deductivo acompañado de algún empuje deconstructivista para generar una nueva interpretación histórica. Por ello, Juan Ramón Martínez, hace hincapié a juicio sociológico, el rol que han jugado personajes que se convierten en fenómeno costumbrista como ser el caso de Manuel Zelaya Rosales, cuando fue expulsado del país en el 2009, se expone en la balanza, los actos positivos y las malas decisiones que lo llevaron al error. Hay un balanceo histórico, no criminaliza, no objeta, sencillamente, hay una estructura interpretativa que no la mirarían los amateurs y los fanáticos de ideologías gastados. En los primeros trabajos, esculpe con pensamiento solido sobre el surgimiento de la reforma agraria y de las agrupaciones campesinas. Podríamos expresar que supera a muchos historiadores de temáticas socio-políticas, como es el caso de Mario Posas. Un trabajo ensayístico profundo, con un manejo fuerte y cuidadoso de las metodologías investigativas de la ciencia histórica.
Otro historiador de gran magnitud, es Ramón Oquelí Garay, en palabras de Rossel Montes: “Ramón Oquelí Garay fue uno de los grandes intelectuales de nuestra nación, dejó un legado teórico que ha facilitado a las nuevas generaciones de investigadores poder estudiar los imaginarios nacionales y redes de poder y vida cotidiana. Un intelectual y un demócrata radical, e cual se opuso al despotismo de las elites criminales. Lamentablemente no podemos decir lo mismo de algunos de sus discípulos, los cuales tienen posturas reaccionarias o tímidas respecto de los actuales acontecimientos nacionales”. En tanto, que Oquelí, se emergió en lecturas profundas, cuidadosamente, donde existía un paso entre la inflexión y la reflexión histórica, donde discutía sobre el análisis sociológico de la realidad hondureña, y daba paso al sujeto inédito: las gentes. Lógicamente, bajo la influencia de pensadores: Robert Dahl, Geovani Sartori, John Rawls, Robert Nozik, Michael Sandel, Hannah Arendt, Manuel Levinas, Habermas, Marcuse, Luhman, entre otros. Lo que nos indica, que buscó sosegar la teoría sociológica contemporánea con la teoría histórica, para el análisis material y espiritual de cierta sociedad hondureña del siglo XX. Es por eso, que el historiador, recurre al pensamiento, a la teoría, al enfoque , a la delimitación disciplinar, sea exterior o interior. Ya que los estudios de historia de Honduras, han sido panorámicos, generalizados, aun, de las monografías que hemos acotado al principio. Ha sido por cuestiones metodológicas. Foucault (2014) nos expresa: “Siempre hay que considerar que la historia, sus acontecimientos y sus consecuencias no se distribuyen de la misma manera: al punto que un descubrimiento, el establecimiento de un método, la obra de un sabio, y también sus fracasos, no tienen la misma incidencia, ni pueden descritos de la misma manera en uno y en otros niveles; no es la misma historia la que se hallará contada, acá y allá. Retribuciones recurrentes que hacen aparecer varios pasados, varias formas de encadenamiento, varias jerarquías de importancia, varias redes de determinaciones, varias teleologías, para una sola y una misma ciencia, a medida que su presente se modifica; de suerte que las descripciones históricas se ordenan necesariamente a la actualidad del saber, se multiplican con sus transformaciones y no cesan a su vez de romper con ellas mismas”.
Por ello, la Historia de Honduras, como proceso dinámico, como secuencia de relatos compulsivos, que a diestra y siniestra se ha escrito con disciplina, a veces, con sangre, a veces, el documento ha quedado relegado, el recorte periodístico humedecido, la escritura pública incompleta, la fotografía escondida en los anaqueles de la memoria. No es quien no sea necesaria el impulsivo revisionismo del positivismo de algunos escritores como Mario Felipe Martínez Castillo, de alguna manera ha tratado temas coloniales. Es donde entra en juego el ajedrez de las metodologías archivísticas.
En palabras de Karl Lowith(1983) en su libro: “El Sentido De La Historia”, nos expresa: Solamente en las Reflexiones sobre la Historia, de Burckhardt —en particular en el ensayo Sobre la ventura y la desventura de la Historia— , encontramos análoga percepción en el error de nuestros juicios comparados, y de la correlación de la acción y del sufrimiento como patrón general de toda la historia humana. Sin embargo, existe una diferencia entre ambos análisis: Burckhardt se enfrentaba con el optimismo moderno y la creencia en el progreso: Orosio, con el antiguo pesimismo y la idea de la decadencia” (p.183).
Uno de los historiadores contemporáneos hondureños como lo es Rolando Sierra Fonseca elabora un estudio sobre Ramón Oquelí “Ortega y Gasset en Honduras: la razón histórica vista por Ramón Oquelí (Cuadernos Americanos, núm. 118 (2006), pp. 67-77).
“La obra historiográfica de Oquelí constituye un lenguaje simbólico con significantes y significados. Por eso la historia se realiza en imágenes como para que se fijen en la memoria, no como palabras o hechos, sino como símbolos que hablan por sí mismos y que están ahí para hacer recordar o significar lo trágico, lo fatal, lo triste y la desorientación de la historia hondureña. Sin caer en una dialéctica negativa que lo llevaría a dibujar la tragedia y el horror de la historia hondureña sin salida posible, recurre nuevamente a María Zambrano, pues para ella la historia es precisamente salir del presente”. Todo lo anterior, nos muestra, que el historiador, despliega firme el rizoma cognoscente y epistémico, la sinexión estructural con el pensamiento universal, Ortega y Gasset, en el discurso histórico de Ramón Oquelí, es porque su aspiración, se orientaba a una configuración filosófico social, una ética para reescribir la historia de Honduras. Por otro lado, la historia se convierte en una institución que se academiza, lo que imbrica un soporte científico y epistémico, convalidado, eso comprueba, que existe una seriedad y firmeza en el debate, en la discusión de nuevas temáticas, y de asuntos aun inéditos.
También los trabajos de Darío Euraque, Oscar Zelaya Garay, entre otros historiadores que se mueven y gravitan en ambos enfoques, tanto positivistas como hermenéuticos, esa riqueza metodológica, nos sacara de los vértices oscuros del oficialismo, de la manipulación, de la historia mal contada más que por la idiosincrasia de las personas comunes y corrientes, hoy en día el historiador ha sido delegado para seguir aportando, discutiendo, investigando y dilucidando nuevos paraderos de la historia de Honduras. En el próximo capítulo, las mesas de ponencias históricas en la Universidad autónoma de Honduras, sus aportes, aciertos y desaciertos, además de la mirada de otros historiadores que han escrito la historia de Honduras, con remilgos, tachaduras, remiendos y gazapos. Nos vemos en la próxima parte.
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