Antología Total de la Poesía Hondureña de Ayer, Hoy y el Futuro (Oscar Sierra Pandolfi)
HOY PRESENTAMOS UNA MUESTRA POÉTICA DE OSCAR ACOSTA
Oscar Acosta, (1933). Poeta, narrador, periodista, y diplomático.
También ha incursionado esporádicamente en el ensayo. Fundó en Tegucigalpa la Editorial Nuevo Continente y las revistas Extra y Presente. Fue jefe del departamento editorial de la universidad nacional autónoma de Honduras y director de la revista de ese mismo Centro. EN 1960 obtuvo el premio de poesía Rubén Darío, en Nicaragua; y ese mismo año, el Premio de Ensayo Rafael Heliodoro Valle, que fue patrocinado por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. En 1979, se le concede el premio nacional de literatura.
Actualmente se desempeña como representante diplomático de Honduras ante la Santa Sede. Anteriormente presto servicios diplomáticos en Perú y en Roma, donde además fungió como presidente del Instituto Italo–Latinoamericano. Es miembro de la Academia Hondureña de la Lengua.
Obra: Poesia: Responso al cuerpo presente de José Trinidad Reyes (1955); Poesía menor (1957); Tiempo detenido (1962); Poesía (antología personal, 1965); Mi país (1971); Poesía (antología personal, 1971). Ensayo: Rafael Heliodoro Valle, vida y obra (1964). Cuento: El arca (1956). Antología: Antología de la nueva poesía hondureña (1967); Antología del cuento hondureño (1968); Poesía hondureña de hoy (1971); Exaltación de Honduras (1971); Los premios (1975); Alabanza de Honduras (1975); Elogio de Tegucigalpa (1978).
Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular lo hace más bella
Porque dan deseo de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.
Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído en los caracoles incesantes.
Venían en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y han admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.
Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra
por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas
de la presencia viva del carácter,
está ardiendo el nombre de la patria.
CABELLO DE MUCHACHA
Tu cabello es de humo dorado,
una copa con un jugo encendido,
un caracol de ondeado vidrio,
una flor de bronce tímido.
Tu pelo existe, tiembla suavemente
cuando mi mano llega a su rocío,
cuando lo beso entusiasmado,
cuando llora como los niños.
Tu cabello es un odre con frío,
una estrella dulce, un pistilo
que lucha por ser lirio.
Es una paloma convertida en durazno,
una corona que alumbra con sus cirios
y que calienta la sangre como el vino.
EL NOMBRE DE LA PATRIA
Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
El viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
Porque dan deseos de formarla, de hacerla
Como a un niño a quien se enseña a hablar,
A decir palabras tiernas y verdaderas,
A quien se le muestran los peligros del mundo.
Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
En millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
Que mis ojos han visto y admirado.
La traían las muchachas hermosas en la voz
Y en una guitarra.
Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
O escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
Del amor que nos dan en cucharadas,
De la presencia viva del cadáver,
Está ardiendo el nombre de la patria.
LA PRESENCIA EN LAS COSAS
Tienen algo de ti los vestidos que llevas, los botones
Que protegen tu pecho de las miradas ávidas del mundo
O los zapatos que te conducen sobre la nieve y el sueño.
Algo de ti me llega al observar un color, aspirar un aroma
Que deja alguien, una mujer o una niña, al pasar
Por el viento y continuar su travesía entre las calles que conozco.
En los sucesos triviales, en los objetos humildísimos,
Lo he repetido tantas veces, aquí o en otra parte,
Me acerco a ti, a tu pequeño corazón, a las cosas que guardas
Y no podría, aunque algún día lo intentara, escapar
De esta atracción que gira y que me invade.
SOL DE MUCHACHA
El sol cae en los patios como fruta
Mientras amo tu cuerpo de muchacha.
Entre tú y el sol que nos alumbra
Hay un pacto secreto.
Tu brillas –quemas- eres brasa.
El sol muestra su árbol, la ventana
Sirve para mirarlo, a ti te miro
También como platea.
Eres cálida, mujer tibia
Como la leche de la cabra,
Como agua puesta al fuego.
Con mis dedos recorro tu sonrisa,
Tu pelo azul de mar, tus piernas
Y vientre de delgada muchacha.
MUCHACHA O NARANJA
Naranja dije un día que eras.
Lo repito ahora que en mis manos
Permanece tu olor de primavera
O un zumo dulce que lo llena todo.
En tu pecho fragante distribuyes
La naranja en dos partes iguales
Y acaricio con deseos nocturnos
Formas curvadas en redondo océano.
Niña de huerta, fruta que los jugos
Suelta al morderla suavemente
Endulzando los labios masculinos.
Con mi cuchillo corto los racimos,
Las frutas femeninas, la naranja
Que temblorosa muestra su secreto.
MI PAÍS
Mi país está hecho de niños
Ciegos,
De mujeres olorosas a ropa,
De sujetos violentos,
De ancianos
De bruces sobre el olvido.
Escribo sobre la piel de la patria
Arrugada como un lienzo
O como una túnica endurecida.
Y quiero que lo que diga
No sea sólo amor acumulado,
Verdes ramos sobre los hombros
De marmóreos héroes,
Música de tambores
De hojalata.
Un hombre de pie
Puede tocar sin miedo
A los astutos reptiles.
LECTURA DE JUAN RAMÓN MOLINA
I
Desterrado del llanto
Ahora vives en el país del fuego,
Sintiendo crecer los altos pinos,
Estudiando los mapas de la poesía,
Cuidando la exactitud de tus relojes,
Iluminando las rosas y las aguas
Y viendo tu purísimo rostro
En el espejo del rocío.
II
Llegar a ti, entonces, es buscar
La voz de un niño entre la multitud,
Recoger el miedo interminable
Que origina un viento nocturno,
Ilumina el amor con una lámpara
De primitivo y dulce aceite,
Tocar con los dedos un pájaro de azúcar
Que besa el cuello de las mujeres,
Limitar la invasión de la nieve
Que llega con sus armaduras de frío
Y verte tranquilo y reposado
Quemando el intacto silencio.
III
Estrechar tu mano de hombre sólo
Hace que la dulzura abandone sus sábanas,
Que tus libros celestiales sonrían
Abriendo sus ardientes páginas,
Que a la patricia tinta con que escribes
Acudan a beber las golondrinas,
Que a tu fúlgida mesa llegue el gallo
Del día, campana con dos alas,
Puliendo los tesoros de la aurora,
Resucitando abatidos luceros,
Tomando posesión de nuevos mares
Con su lenguaje transparente,
Mientras tu rostro altivo
Hace que los helados mármoles
Se incorporen a la santa inocencia.
IV
En tu caballo enérgico
De cuerpo poderoso
Recorres la dormida ciudad,
Velas el sueño de la noche,
Atraviesas la plaza mayor
Con uniforme resplandeciente,
Tomas licor solícito
Y, purificando en el desierto,
Vuelves al alba.
V
Te asomas a la destrucción interior
Que el hombre aguarda,
Con tu labio saliente
De pura pertinaces angustias
Y repudias al pez sin esplendor
De blanco y ciego fósforo
Que se mueve confiado
En las seguras bóvedas del agua.
VI
Tú vienes al jardín, recoges
La enmudecida espuma, hablas
Con hermosísimo y rumoroso acento,
Besas el oprimido cuerpo del amor,
Extasiado con templas las tierras buenas,
Los mares dulces y los cielos gozosos,
Mientras por ti la primavera,
A toda luz, instala en el día
Sus alegres andamios.
VII
Tú presides la dicha,
El invencible aroma de las horas,
El reino armonioso de las llamas,
El viento que a todas partes llega
Abriendo secretas ventanas,
El círculo familiar de los astros,
Con sus ordenamientos idénticos,
El bosque y sus criaturas
Portadoras de gracia
Y el paraíso que construyes
Con instrumentos de ternura.
VIII
Atrás queda el temor, el odio
Golpeando los muros de la noche,
La congoja temblando, el olvido
Con sus muletas de inválido,
Los tambores ahuyentados los pájaros,
Mientras con tu presencia sonreímos
Llenos de nueva vida en tu escritura.
IX
Afuera de la casa el aire de tu nombre
Golpea las colmadas estatuas.
l nombre de la patria
Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.
Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.
Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.
La presencia en las cosas
Tienen algo de ti los vestidos que llevas, los botones
que protegen tu pecho de las miradas ávidas del mundo
o los zapatos que te conducen sobre la nieve y el sueño.
Algo de ti me llega al observar un color, aspirar un aroma
que deja alguien, una mujer o una niña, al pasar
por el viento y continuar su travesía entre las calles que conozco.
En los sucesos triviales, en los objetos humildísimos,
lo he repetido tantas veces, aquí o en otra parte,
me acerco a ti, a tu pequeño corazón, a las cosas que guardas
y no podría, aunque algún día lo intentara, escapar
de esta atracción que gira y que me invade.
(de Poesía menor, 1957)
Literatura innecesaria
Tú no apareces en los libros, no tienes
jerarquía en la tinta, no puedes
subir al monte de la palabra escrita,
al risco de la literatura.
Tú no sabes lo que es un hemistiquio,
un verso de pie quebrado,
dónde vivió Góngora y Argote,
quién era el Arcipreste.
Tú no figuras en ninguna décima,
en el agua liviana de un romance
o en el oro de las octavas reales,
Ante tu poderío de mujer amorosa,
ante la realidad me duele
lo innecesario de la literatura.
(de Tiempo europeo, 1960)
Tu nombre
Entre escombros, entre flores
caídas en desgracia, entre el humo
que coloca su laurel en la estatua,
veo tu nombre tibio.
Es una palabra sin corona,
sin sorpresas ni luces soberanas,
sin vino confidente, sin deseos
formando un orden establecido.
Palabra sólo tuya
tu dulce nombre.
De no estar a tu lado
me acompaña y lo pronuncio a solas
como un ciego que solicita ayuda
para atravesar la calle.
De otro modo, la vida
no sería el milagro que es ahora
que tú existes.
Habitación cerrada
Entre cuatro paredes apareces
y desapareces.
El recuerdo es araña hilando fino,
ave golpeando las ventanas,
lluvia insistente.
Sé que regresarás. Que has ido
de compras con tu bolso de hilo,
con tus sólidos muslos
y con tus manos claras.
Sabes bien que te aguardo. Y eso hace
que regreses tarde. Que vengas
cuando cansado de esperarte
cierro los ojos para verte
rodeada por una luz dorada
y beso tu purísimo rostro
eternizado por la gracia
y ausente hace unas horas
de esta tristísima habitación cerrada.
Estación última
Como quien llega en tren
a la estación última de la vida
llegué a tus brazos absolutamente diáfanos.
Paraíso o bosque o virginal recipiente
me esperaban; vi las marismas lejanas
y los pantanos inmóviles.
Tu magia borraba todos los peligros.
Así viví los años, feliz y trémulo
ante tu beso mañanero,
ante la porción de cotidiano alimento
y el líquido que purifica los cuerpos
y une las existencias.
Mi pecho se hizo más cóncavo
para que cupiese más amor.
Tuve que dejarme crecer las manos
para tocar toda tu pureza
y alargar más las piernas
para llegar temprano a ti.
Todo te lo mereces. La miel
que las abejas traen. El rocío
que llega a tu epidermis súbitamente.
Los geranios que crecen a la orilla de tu casa.
El agua hecha adorable materia.
Oh amada, río fulgurante,
pan cegador, fuego sagrado,
eres lo mejor de la vida,
lo más alto, lo que deseado
y ahora tengo a mi lado
para siempre.
La ciudad
Esta ciudad de fieras y cuchillos,
rodeada por la selva y por los lagos
de aire melódico, cercada por los pájaros,
inundada por la maravilla de los soles,
es una ciudad redonda y varia
como las piedras verdes del río,
como las llamas del potente roble,
como los espejos de la vigilia.
Ciudad de hombres y mujeres
bellas y feas.
Colectiva visión
de seres humanos y bestias
aturdidas por el tiempo.
Lejos de esta ciudad soy otro,
distinto a todos
los habitantes de este sitio.
Solo tu amor me acerca al paisaje que vi
por vez primera, que me dio luz y sombra,
que amo y odio confusamente
por ser suelo sin paz,
tierra golpeada todavía.
(de Escritura amorosa, 1962)
Mi país
Mi país está hecho de niños
ciegos,
de mujeres olorosas a ropa,
de sujetos violentos,
de ancianos
de bruces sobre el olvido.
Escribo sobre la piel de la patria
arrugada como un lienzo
o como una túnica endurecida.
Y quiero que lo que diga
no sea sólo amor acumulado,
verdes ramos sobre los hombros
de marmóreos héroes,
música de tambores
de hojalata.
Un hombre de pie
puede tocar sin miedo
a los astutos reptiles.
Archivero mayor
En los libros encuentras
voces errantes de mi país,
secretos de gobierno,
cóleras populares reprimidas
y cobardías.
Los viejos infolios
son cortezas
que forman
el árbol de la patria.
En las gacetas oficiales,
en las históricas proclamas,
en los hebdomadarios,
en las amarillentas hojas sueltas
aparece la mano vulgar
del dictador instruido,
del caudillo
y del locuaz parlamentario
que compararon con una mula.
Se oye el ruido de cadenas
y los lamentos de los prisioneros
en la torre de papel sellado
de los juicios amañados.
Qué piensas del pasado,
sonriente abuelo del archivo,
magnánimo varón bibliotecario,
tú que conversas con horrísonos libros,
con las cursis revistas de la época
y con ex funcionarios.
Mas lo que importa ahora
es el futuro
de este país
que habitan
obedientes
y tímidos
vasallos
(de Mi país, 1971)
TECHNEWS
Comentarios